Con el bolsillo pasando problemas, cualquiera hace sus ajustes para poder sobrevivir. En algunos casos, el recorte llega a ser total. En otros, más o menos se consigue salvar la cara. La cuestión, al final, es aguantar lo máximo posible y esperar a que los aires actuales cambien y la situación mejore.
En el mundo de la escena de Euskal Herria se pueden encontrar varios ejemplos de teatros, públicos y privados, que están haciendo verdaderos juegos de malabares para salir de la crisis económica que atenaza sus presupuestos. Algunos, por ejemplo, incluso se han inventado cierres temporales por supuestas obras o mejoras para no tener que hacer público que no acogían espectáculos durante unas épocas determinadas (por lo general, coincidiendo con el verano) por falta de euros. Todo ello mientras, en el ámbito de la comunidad vasca, se han intentado iniciativas subvencionadas para favorecer la contratación, aunque han sido medidas excepcionales y, por tanto, con una dimensión limitada.
En ese contexto se mueve también Álava, pero, como pasa en muchos otros ámbitos de la vida diaria, las situaciones en la capital y en el resto del territorio dista mucho de parecerse.
Dos son los escenarios que, de manera habitual, trabajan fuera de Gasteiz, la sala Harresi de Agurain y el Amurrio Antzokia. Y a nadie se le escapa que la falta de recursos ha llevado en ambos casos a reducir o ajustar un tanto su oferta en los últimos dos años. El inicio de 2011 tampoco está siendo una excepción.
Sin embargo, ambas infraestructuras han demostrado tener más músculo del que algunos pensaban. Sí, se han amoldado los carteles con menos actuaciones en directo (las sesiones cinematográficas no han sufrido casi vaivenes), pero ambos escenarios han conseguido, por lo menos por ahora, no ver cortado de cuajo su caminar, algo muy importante en un territorio en el que ha costado tanto que existan dos teatros de esta entidad (no hay más que ver lo que está pasando en Llodio, con un proyecto que no termina de salir por la falta de dinero, para valorar mejor la situación).
Al caminar de Amurrio y Agurain hay que sumar también otros espacios que de manera más espaciada organizan sus propuestas escénicas. Es el caso del centro sociocultural de Zigoita, que de mano de Panta Rhei ha sido capaz, en plena crisis, de poner en marcha un programa propio a medio camino entre la representación y el aprendizaje. O el del auditorio Txema Blasco de Dulantzi, localidad que, también en este difícil contexto, ha apostado por crear y mantener su Festival de Teatro Amateur. Y, por supuesto, no se puede olvidar a Araia y su veterano certamen de humor, cuyo listón de calidad y cantidad no ha bajado.