¿Cuando sale de Gasteiz le quedan ganas de entrar en un museo?
Sí. De hecho, es lo primero que suelo mirar de una ciudad. Es más, suelo tener que luchar porque yo quiero ver todos y los que me acompañan me tienen que decir que pare. Por ejemplo, estuve en ARCO hace unas semanas y además de ir a la feria, dediqué un día a ver El esplendor del románico, una maravillosa exposición ubicada en la sala Mapfre y a acudir al nuevo Museo ABC de Dibujo e Ilustración, que lo acaban de inaugurar y se lo recomiendo a todo el mundo.
¿Pero se separa de lo profesional en esos momentos?
No. Aprendo muchísimo en todos los sentidos. No sólo me fijo en los contenidos, miro cómo han colocado esto o lo otro, la luz de esta pieza, los colores de las paredes... Me encanta fijarme en esos aspectos museográficos. Y luego, en lo personal, es que me gusta mucho.
Y de su ciudad, ¿sigue atenta la actualidad cultural (por ejemplo, el devenir del BAI Center) o llega un punto en que se cansa?
Procuro estar informada y hay temas que son omnipresentes. El que no se quiera enterar con el BAI Center o está sordo o mudo o ciego.
¿Alguna opinión que se pueda decir con respecto a ese tema o le pongo en un compromiso?
Que quieres que te diga, igual es una herencia de cuando todo el mundo se oponía a que se hiciera Artium, pero yo soy partidaria de construir, de crear y de hacer cosas, y si tú no puedes, que lo hagan los demás. Si no, las provincias cercanas nos van a pasar.
En año de elecciones municipales y forales como éste, ¿los ritmos son muy distintos?
Lo que está programado se sigue haciendo y el trabajo no se detiene, para nada, pero sí es cierto que son unos meses, los de antes y los de después, en los que hay cierta expectación por lo que va a pasar, quién va a venir y qué prioridades va a marcar. Llevo muchos años y he visto pasar diputados de todas las ideologías e intereses, y cada responsable tiene sus preferencias, sean los museos, los archivos, el euskera... El llevar tiempo hace que tengas un pequeño caparazón.
En todos los años que lleva aquí también ha visto pasar más de una crisis económica. ¿La actual es una más o...?
Cuando había dinero, no se priorizó el museo porque los puntos de interés de los responsables públicos eran otros, y ahora, el no tener dinero, es la excusa perfecta.
Cuando se junta con Daniel Castillejo, director de Artium, y algunos más de aquellos que en los años 80 hicieron que hoy en Álava pasen muchas de las cosas que suceden a nivel cultural, ¿mira atrás con nostalgia?
Con Dani y con otros... es que seguimos siendo amigos, nos juntamos para cenar y todo eso. Fueron años muy felices, pero es que cuando uno tiene 30 años es muy feliz en todo. Igual hoy, con la perspectiva del tiempo, te das cuenta de que algunas cosas las podrías haber hecho de otra manera. Por ejemplo, que los dineros no se hubieran ido de forma íntegra allí y haberlos repartido un poco más. Luchamos mucho porque Artium fuera una infraestructura importante, con entidad, autonomía, prestigio y capacidad que quizá no nos dimos cuenta de que el Bellas Artes se quedaba ahí solo.