Vitoria. Condenadas a no entenderse, la concejala de Cultura Maite Berrocal y la edil jeltzale Jone Zamarbide se enzarzaron ayer en un nuevo tira y afloja conceptual, con el centro cultural Montehermoso como campo de batalla, dentro de la comisión municipal del ramo. Es complicado fijar opiniones prácticas en el marco creativo y, a falta de ellas, ambas se sumergieron en un rifi-rafe arrojadizo donde de lo que menos se habló es, precisamente, de cultura.
Todo surgió a raíz de una pregunta del grupo peneuvista, que tres años después de la presentación del plan del centro -"estos dos últimos años no hemos hecho ni una sola pregunta sobre ello"- confesaba en boca de Zamarbide tener "la sensación de que las cosas no han mejorado convenientemente". Ante ello, la cuestión buscaba una "evaluación" de este período de trabajo.
Berrocal, para ello, se dedicó a recitar durante más de veinte minutos un listado de todas las actividades que habían pasado por el centro, una suerte de memoria en la que, al fin en el último tramo, sí aparecieron algunos análisis concretos como la mejora del servicio de documentación, "que ha constatado un 35% más de usuarios", o la ampliación de la red del sector de educación. La evaluación solicitada se resumió en su última frase. "Si tuviera que hacer una evaluación es que se ha hecho lo que dijo que se iba a hacer y, además, bien".
La respuesta de Berrocal no tardó en encender a la portavoz del PNV. "Evidentemente es un tema espinoso, porque siempre que se pregunta por él el oscurantismo es total", afirmó Zamarbide en el inicio de su segunda intervención, recalcando que "una evaluación no es leer un listado de actividades". La jeltzale definió como tal una intervención que hubiera incluido cifras de usuarios, acompañadas de su consiguiente interpretación -motivaciones de quien se acerca hasta el centro cultural y nivel de satisfacción con el que emerge de él-, a la manera de un aforadero, "que cuenta los coches que pasan y además los discrimina", añadió.
Lo que en realidad ocultaba la intervención de Zamarbide es un intento de plasmar un clásico lugar común, la sempiterna corriente de opinión -todo el mundo lo ha escuchado alguna vez- que proclama la distancia, la separación, la falta de relación entre Montehermoso y el ciudadano. Más allá, entre el arte contemporáneo y el ciudadano. "Estamos con un proyecto, el arte contemporáneo, que no es fácil, y restringirlo a las políticas de género todavía más; siendo difícil tiene que ser accesible", aseguró Zamarbide, que propuso a continuación un singular y supuesto testeo, una encuesta a pie de calle, en la Plaza Nueva, preguntando a los gasteiztarras sobre su relación con Montehermoso. "Nos llevaríamos una sorpresa", auguró. "El Ayuntamiento tiene que prestar servicio a esa persona que paga sus impuestos; Montehermoso es el único centro cultural, en un lugar estratégico, y es como si fuese un mausoleo". En su siguiente intervención, Berrocal acusó a Zamarbide de "no estar de acuerdo con la legislación vigente de igualdad" y se mostró orgullosa de "aplicar una igualdad en arte y cultura que no se estaba aplicando". Negó a la mayor cualquier tipo de "oscurantismo" y, en alusión a la hipotética encuesta, aludió a su vez a otro equipamiento poco valorado en estudios sociológicos por los vitorianos. También contemporáneo. Puso sobre el tapete Artium. "La mayor parte de la gente en Vitoria no lo menciona, pero pregunte si quieren que desaparezca. Yo tengo claro que Artium tendría que existir, usted tendría que planteárselo".
Poco, poquísimo, se habló de la política cultural de Montehermoso en la comisión de ayer. Quien quiso atacarla no supo cómo. Quien quiso defenderla, tampoco. Y todo quedó igual, constatando un vacío. Es complicado fijar opiniones prácticas en territorio contemporáneo, y los mismos responsables políticos parecen a menudo no saber exactamente qué es lo que tienen entre manos, cuáles son sus rendimientos y cómo mejorarlos. Lo contemporáneo, en el Ayuntamiento, es a menudo sólo arma arrojadiza.