Dirección: Gore Verbinski Guion: John Logan según argumento de Gore Verbinski, John Logan y James Ward Byrkit Doblaje original: Johnny Depp, Timothy Olyphant, Isla Fisher y Abigail Breslin Nacionalidad: EEUU. 2011 Duración: 102 minutos.
El día que el hijo del físico nuclear Victor Verbinski, (re)conocido como Gore Verbinski, tras firmar algunos videoclips singulares como el dedicado a Bad Religion, debutó con Un ratoncito duro de roer (Mouse Hunt) en 1997, nada indicaba que se estaba en el comienzo de una de las carreras más rentables de los últimos años. El cuentecillo de marras, un ratón imposible de echar de casa, era menos inofensivo de lo que aparentaba y lucía una factura elegante. Por eso mismo, cuando Gore Verbinski decidió posicionarse con sus compañeros de generación, aquellos que como Fincher, Tarantino, Rodríguez y Aronofsky llegaron al cine con fluidos de rock en sus venas, para filmar The mexican, la decepción fue mayúscula. Ahora, cuando medio mundo se rinde a la brillante locuacidad de Rango, resulta oportuno retornar al origen para comprobar que, pese a trabajar con guiones ajenos, Verbinski siempre ha reclamado un lugar autoral en la corte de Hollywood.
Verbinski se desmarca de los cineastas antes citados para anclarse en un modelo preexistente: George Lucas. De ahí que no sea casualidad el homenaje a Star Wars explícito en Rango. Estamos ante un acto de reconocimiento del padre (y productor) cinematográfico. Tampoco es novedad que a Verbinski le guste Sergio Leone, el polvo del western y los espejismos del desierto. De Piratas del Caribe, su trilogía que convirtió una barraca de feria de Disneylandia en un convincente artefacto audiovisual, Verbinski se ha llevado a su principal comodín: Johnny Depp. Se dirá que Depp no aparece en Rango y que ni siquiera su voz se escucha en la versión doblada. Da igual, Rango ha sido modelado a imagen y semejanza del actor que dio vida a Ed Wood y a Eduardo Manostijeras. Por ello, cuanto más se mira a Rango, más se vislumbra en él la inequívoca retranca de Johnny Depp.
Pero ¿qué es Rango? Una mezcla de camaleón-lagarto que vive en un terrario preso en un mundo imaginario en compañía de una muñeca sin cara y un compañero sin voz. Rango, antes de tomar su nombre de Durango, representa/arrastra la soledad del hombre moderno. Un accidente, una urna rota y la inmensidad del espacio es cuanto precisa el autor del guión, John Logan (Gladiator, Star Trek Nemesis, El Aviador y Sweeny Todd), para poner en acción uno de los mejores relatos del año. Rango habla de la necesidad de reinventarse, de la (in)comunicación y de los sueños. Rango no hubiera sido posible sin Toy Story y sin El bueno, el feo y el malo. Sin el cine clásico ni el manierismo moderno ni el postmoderno. Rango enfrentado, como los personajes de Valor de ley de los Coen, al escenario épico de John Ford, emerge en el claro de luna del heroismo contemporáneo. Una actitud que Jack Sparrow ya fundó en la primera entrega de Piratas del Caribe. Es el heroismo del cobarde cínico y pícaro capaz de, como el general De la Rovere de Rossellini, creer en sus propios embustes hasta asumir el sacrificio de quien nunca ha sido. Con diálogos de fuego y personajes con vida, Rango regala caricaturas, homenajes, guiños y saqueos. Pero lo mejor de esa maratón postmoderna es que lo engarza todo sólidamente con un enorme sentido del ritmo y una evidente pasión por el verbo.
Un mariachi antológico canta el corrido de un lagarto verde, pariente cercano de la rana Gustavo. Un iluso vital que es a Clint Eastwood lo que el personaje de Woody Allen era a Bogart en Sueños de un seductor: la última posibilidad de creer que los héroes (per)viven en el recuerdo. O como grita Apichatpong Weerasethakul, la hora de que los fantasmas alumbren lo invisible porque lo visible nos tiene hartos y aburridos.