La preocupación no es nueva. Se hace pública cada cierto tiempo, sobre todo cuando se conocen sus datos de asistencia. Llegan entonces los momentos en los que es fácil escuchar lo necesario que sería recuperarlo para la causa. Pero después... si te he visto no me acuerdo, que dice el otro. Los tres últimos diputados de Cultura, de tres formaciones políticas diferentes, han puesto sobre la mesa su compromiso con él, pero una década después de su última reinauguración, el Museo de Bellas Artes de Álava sigue sin conectar con el público potencial. Todo lo contrario. Cada vez se aleja más de él.

Pero ¿qué sucede? ¿es que el lugar no es el adecuado? ¿falla su distribución o su ubicación? ¿la colección no merece la pena? ¿está mal gestionado?... Son muchas las preguntas que se plantean y pocas las respuestas que sirven para aclarar dónde está la raíz del problema. Eso sí, entre los expertos consultados, hay más consenso a la hora de plantear soluciones.

La realidad habla de uno de los museos de bellas artes con menos visitantes de todo el Estado, una situación todavía más sangrante teniendo en cuenta que su entrada es gratuita. Y ésa es una tendencia que, más allá de ligeras subidas en momentos puntuales, se viene repitiendo sin que tampoco se haya hecho nada del otro mundo para remediarlo.

¿El problema está en sus fondos? Aquí la respuesta, con algunos matices, es no. Su colección supera las 1.200 obras, centradas en el arte español de los siglos XVIII y XIX así como en la creación vasca de 1850 y 1950 (en los últimos tiempos se ha abierto una nueva línea mirando a Iparralde), sin olvidar aportaciones fundamentales como la de la obra de Fernando de Amárica. Es decir, a juicio de la mayoría de los consultados, es una "buena oferta" sin que ello signifique que "sea el mejor museo del mundo; es uno más, pero interesante, que además se puede ver entero en una única visita". Aunque también hay quien apunta que hay carencias importantes que no se cubren "mientras se muestran algunas obras, como la que se robó hace siete años y que sigue sin aparecer, que tampoco es que tengan mucho interés".

El déficit viene aquí por dos lados. Uno, que el centro y la Diputación hacen muy poco, por no decir nada, por difundir lo que posee. Otro, la inexistencia de exposiciones temporales o su mala planificación. "¿Qué hace en ese espacio una muestra de Periscopio? Ya lo han hecho dos años y no tiene ningún sentido. No es que las propuestas que se han llevado allí tengan poca calidad, ni mucho menos; pero no tiene mucho sentido dar en un restaurante chino, cordero patagónico".

Pero las críticas no quedan ahí. "En realidad, no se organizan exposiciones temporales porque no hay recursos para ello. Lo que se hace es, cuando hay posibilidad, mostrar lo último que se ha comprado o montar esas pequeñas muestras de cámara con cuadros recuperados por el Servicio de Restauraciones que estarán hechas con muy buena voluntad pero que no van más allá".

Y en este punto empieza a aparecer el verdadero rostro de los males del Bellas Artes, pero también el de su solución: la falta de dinero y la necesidad de contar con una inversión mínima un poco decente.

¿No funciona el edificio, su ubicación, su proyección? Aquí los análisis son más divergentes. Hay pocas dudas sobre las virtudes como sede del centro del palacio que mandó construir Ricardo Augustín, más allá de las consideraciones sobre la necesidad de ciertas mejoras puntuales.

Más dudas plantea dónde está, teniendo en cuenta que se encuentra en una ciudad "que no sabe salir de la calle Dato". Falta de señalización específica a lo largo del paseo de la Senda, nula promoción, el hecho de encontrarse (como el de Armería) en una urbanización de chalets y residencias de cargos oficiales... Son características del contexto que no ayudan, "aunque hay mucha gente que va allí para hacerse las fotos de su boda, así que tan lejos y tan desconocido no debe ser". Y a eso, bromas a un lado, hay que sumar algo que muchos de los consultados apuntan: el tren.

"Cuando hace más de diez años se habló de la ampliación del museo ya estaban sobre la mesa del Ayuntamiento los primeros planes del soterramiento. Han pasado como 12 o 13 años de eso, y las vías siguen al aire, no se ha generado el nuevo espacio urbano prometido y, lo peor, no sabemos cuánto más habrá que esperar". Ese tiempo perdido ha hecho que el Bellas Artes siga detrás de esa barrera física pero también psicológica que es el tren igual que le pasa, por ejemplo, al Campus de Álava. Ha impedido, además, planes de crecimiento de sus jardines e instalaciones, o formas de conectarse con el resto de la ciudad. "Incluso el hecho de que en un momento dado hubiera podido ir allí el auditorio, le podría haber beneficiado".

Su proyección está también en duda. Ya casi no se organizan actividades complementarias a las exposiciones, como las que en su día realizaba la Asociación de Amigos del Museo de Bellas Artes de Álava y Artium, aunque el colectivo tiene planes para intentar recuperar algo de aquello. Además, allí no se llevan a cabo actos sociales o empresariales de ningún tipo (ni siquiera ya la recepción de San Prudencio). "Pero, por favor, si no tiene ni una puñetera página web. Se habla mucho de lo de la digitalización, de la red del Gobierno Vasco y esas tonterías, pero señores de Lakua y de la plaza de la Provincia: que este lugar ni siquiera tiene un jodido sitio propio en Internet, pero de qué narices estamos hablando".

Al edificio se le ha dado la espalda y él tampoco hace nada por mostrarse. Y, una vez más, la falta de dinero aparece como una de las grandes causas de ese abandono. "No se conoce, no está bien conectado, ni es fácil llegar allí si eres de fuera porque no está bien señalizado... Alguien, aunque sin dinero pero con un poco de imaginación, debería haber montado una campaña publicitaria con la de bodas que pasan por el jardín, algo como: vengas de blanco o no, ven más veces".

¿Es tal vez una cuestión de quienes gestionan el centro o de los responsables institucionales? Lo cierto es que sobre el trabajo que desarrolla Sara González de Aspuru y su gente hay pocas críticas, entre otras cosas porque la mayor parte de los consultados responden lo mismo: con lo poco que tienen tanto en lo humano como en lo material, suficiente hacen.

Aquí las miradas se ponen rápido en la esfera política. Para ser sinceros, tanto Federico Verástegui (PP), Lorena López de Lacalle (EA) como Malentxo Arruabarrena (PNV), es decir, los tres últimos diputados de Cultura, han mostrado sus intenciones de hacer algo. En estos diez años se han ideado desde propuestas como involucrar a deportistas de la ciudad en la realización de visitas guiadas para escolares y adolescentes hasta las muestras de cámara con cuadros de ilustres alaveses. Pero la mayor parte de las propuestas o no se han concretado o tampoco han llegado muy lejos en su recorrido.

"Se puede recuperar el Plan Director para los museos forales o lo que se quiera, que no va a servir para nada si no hay algo previo, una dotación económica acorde. Por la Escuela de Artes y Oficios pasan cada día cientos de personas y ese edificio se va a caer cualquier día; es una pena verlo y sin embargo ni una sola institución se preocupa. A los políticos les importan los edificios nuevos que pueden construir, como el Bibat o lo que querían hacer con el Museo de Ciencias Naturales, pero de los que ya existen, como el de Bellas Artes, pasan como de la mierda".

¿Y las posibles soluciones son...? Con todas las pegas que se puedan poner y los problemas a identificar, todas las voces apuntan a un mismo deseo: el Museo de Bellas Artes de Álava tiene argumentos de sobra para asegurar su futuro. "No tiene que ser fantástico y maravilloso, no tiene que superar los 100.000 visitantes como el de Bilbao, no tiene que aparecer en todas las publicaciones especializadas del mundo... Sólo tiene que ser un buen museo, con un nivel de asistencia aceptable y un trabajo interno intenso a la par que productivo; y todo eso, puede hacerlo".

Pero si el objetivo es compartido, aún más es la solución propuesta: es necesario invertir y hacerlo, por supuesto, con criterio e imaginación. No se piden cantidades desorbitadas pero hay quien recuerda todo lo que se dedica en Álava al arte contemporáneo (Artium, Montehermoso, Krea, Amarika...) mientras el resto sobrevive con lo puesto. "Para hacer una campaña de publicidad hay que tener dinero; para montar una exposición temporal, hay que tener dinero; para profundizar en la edición de catálogos y estudios, hay que tener dinero; para contar con el tan reclamado sistema de autoguías, hay que tener dinero...".

En definitiva, que si de verdad se quiere remontar el vuelo hay que poner las herramientas para, cuando menos, intentarlo. "Si no se hace algo y ya, se cumplirá ese dicho de: entre todos la mataron y ella sola se murió. Esto no es una cuestión de la crisis actual, el abandono económico que ha sufrido el espacio viene de mucho atrás, desde la reinauguración de 2001 y la apertura de Artium".

De todas formas, hay quien lleva sus críticas más allá, quien considera que el abandono foral de sus museos es un mal endémico que va más allá del centro de Bellas Artes, y que está en consonancia con una "pobre política" cultural del Ayuntamiento, tanto actual como de los precedentes. "Hace mucho tiempo que venimos reclamando un Plan Estratégico de Cultura para Gasteiz y para Álava, y aquí seguimos, abandonados por nuestras instituciones más cercanas mientras el Gobierno Vasco mira sólo a Bizkaia y se inventa planes o contratos, como los llaman ahora, que no son más que papel mojado".

Con toda probabilidad habrá que esperar a la próxima legislatura para ver si algo se mueve con respecto al centro del paseo de Fray Francisco. El 18 de mayo, cuatro jornada antes de pasar por las urnas, se celebrará en todo el mundo el Día Internacional de los Museos, tal vez una magnífica oportunidad para recordar a todos que, si se quiere, se puede garantizar el futuro del Bellas Artes de Álava.