Donostia. Eresbil se mueve entre dos universos: lo que tiene de archivo implica su trabajo invisible, paradójicamente silencioso; lo que tiene de música implica resonancia, algo que debe ser escuchado. Por eso ayer, Jon Bagüés, director de la institución, precisó media hora para confeccionar un "resumen muy breve" del balance del último año del Archivo Vasco de la Música. Cualquiera que haya intentado hablar en público durante diez minutos sabe que no es sencillo llenarlo con frases impregnadas de sentido. Pero la ingente labor de Eresbil compone un discurso afinado.

El archivo ya cuenta con más de 200.000 documentos, casi 3.000 captados en 2010, de los cuales casi 600 son nuevas partituras. El núcleo pertenece a compositores vascos, como también reflejan las novedades: los documentos donados por la Escuela de Música de Eibar, propiedad del músico Juan Echániz Urruzuno, el conjunto de partituras que la familia Aramburu utilizó durante más de un siglo en Usurbil o los originales de las creaciones de la compositora irundarra Sara Soto. También cuenta con la complicidad de los intérpretes; la cantante y directora Nekane Lasarte y el organista e investigador Esteban Elizondo, o la pedagoga Luchy Manzisidor.

Entre sus joyas más recientes, el archivo ha ingresado dos volúmenes de partituras poéticas del monarca de Navarra Thibaut de Champagne, conocido como el rey trovador, recogidas en una edición parisina de 1742. Aunque ese sea el corazón del proyecto, los intereses de Eresbil no se circunscriben al universo vasco; también preserva ahora las obras completas para órgano de Vierne y una colección del Renacimiento siciliano.

Entre los bienes literarios destacan los libros dedicados al compositor Nemesio Otaño y a la música en la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, de José Mari Aycart, y entre los audiovisuales, la 3ª Sinfonía de Illarramendi y Lilularik ez de Iñaki Salvador Trio.

Eresbil no se dedica a custodiar documentos, sino que también se preocupa de promover su difusión, como muestra el caso de las obras recuperadas de Andrés Isasi. Por una exposición en Zarautz, los responsables del archivo supieron de unos negativos fotográficos que contenían partituras del músico vizcaíno. Las pesquisas desembocaron en la localización en casa de un coleccionista de 33 cristales que Isasi, amante del canto de los pájaros, la poesía y también de la fotografía, probablemente utilizó no para obtener imágenes artísticas sino como experimentos para conseguirlas. Gracias a estas pruebas se han rescatado composiciones inéditas de un artista que vivió hacia dentro.

En el ámbito de la divulgación y los descubrimientos se inscribe asimismo la beca Juan Zelaia Letamendia, que promueve la investigación en torno al euskera y la música. Este año dispondrá de su propia web y convocará la quinta edición, mientras el jurado analiza el trabajo del ganador de la cuarta, firmado por Varun de Castro Arrazola y que lleva el título definitivo de Doinuen hitzak, hitzen doinua: Euskal abestien prosodia aztertzeko proposamena.