Vitoria. Su creador la bautizó como La libertad se abre redonda. Pero, por irónico que pueda resultar, lo cierto es que la pieza está en estos momentos en comisaría. Más en concreto, en el patio de las nuevas dependencias de la Policía Local en el Casco Viejo. Entre rejas y casi tapada, es complicado intuirla. Y por ello, el PNV ha puesto en marcha una serie de gestiones para que esta escultura de Néstor Basterretxea tenga un emplazamiento digno, teniendo en cuenta tanto la calidad artística de la obra como el prestigio de su creador.
La propuesta de los jeltzales tiene ya lugar definitivo, la zona amurallada de la ciudad, entre los cantones de La Soledad y Las Carnicerías. Incluso cuenta con el visto bueno del propio autor vasco y de la Agencia para la Revitalización Integral de la Ciudad Histórica (Arich). Sólo falta, si es que lo considera oportuno, el visto bueno del Ayuntamiento de Gasteiz, a quien la edil Jone Zamarbide pidió ayer que tome cartas en el asunto.
"Paradójicamente, una obra que simboliza la libertad se encuentra aprisionada entre verjas. Hay que devolver la libertad a esta pieza y dar mayor protagonismo a la principal de Basterretxea que podemos disfrutar a pie de calle en Vitoria", apuntó la concejal, quien recordó tanto el alto valor que a esta pieza le dio la experta Rosa Olivares en su informe sobre el arte en la vía pública de la capital alavesa, como los comentarios del propio autor cuando su creación fue instalada en lo alto de la colina en 1994.
En aquel año, La libertad se abre redonda fue cedida por la Caja Laboral al Consistorio vitoriano, quien decidió ubicarla frente al centro cultural Montehermoso, justo al otro lado de donde se encuentra ahora. La pieza se integraba a la perfección con uno de los muros de piedra del lugar, un detalle que el artista de Bermeo destacó en sus declaraciones de la época, en las que también veía propicio el espacio seleccionado para favorecer la oxidación natural del acero del que esta hecha esta escultura de tres metros de alto y seis de ancho.
Sin embargo, la obra fue trasladada tiempo después unos metros más allá para intentar evitar, por lo menos en parte, que siguiese sufriendo pintadas, ataques, desperfectos... vamos, lo habitual, por desgracia, en la capital alavesa cuando de arte público se habla. Esa protección se convirtió en ocultamiento tras la apertura de la comisaría y el cierre a través de rejas del perímetro donde se encuentra, haciendo que sea imposible acercarse y muy complicado verla, aunque sea a cierta distancia.
En este contexto, el PNV ha propuesto a Basterretxea y a Arich que la creación sea llevada al interior del recorrido por la zona amurallada de la capital alavesa para conseguir dos cosas fundamentales: por un lado, volver a poner en valor la calidad artística de la escultura; por otro, introducir el arte contemporáneo en una zona relevante del patrimonio histórico del Casco, un espacio que, además, está tomando un fuerte peso turístico.
A la espera de que el Ayuntamiento recoja el guante, los jeltzales no ponen plazos a que se tome una decisión, pero esperaron que su apuesta sea tenida en cuenta, al tiempo que recordaron que no es la primera vez que su partido saca a la luz el mal estado de las algo más de 70 piezas artísticas que se encuentran diseminadas por diferentes espacios públicos de la capital alavesa.
Y es que desde que Olivares realizó su famoso y, en cierta medida, polémico informe (todavía gobernaba el Partido Popular), poco o nada se ha hecho sobre este asunto, y menos en un aspecto fundamental que también implica a la escultura de Basterretxea: la realización de campañas entre la sociedad que, cuando menos, reduzcan el número de actos vandálicos que sufren de forma constante las obras instaladas en la calle.