Vitoria. "Es una joya musical, es una suerte cuando te toca algo así". La frase de la soprano Inma Férez apuntilla la rueda de prensa de Acis y Galatea, la ópera que esta noche llena de música e interpretación -¿qué es la ópera sino teatro cantado?- las tablas del Principal, a partir de las 20.30 horas.

Inma es Galatea en la adaptación del texto de Ovidio -de Las Metamorfosis- que nació ópera de cámara y se traslada al escenario con una historia que, como casi todas, propone dos lecturas. Por un lado, la mitológica, repleta de exóticos cromatismos. Por otro, la conceptual, henchida de sentimientos.

Si uno atiende al plano superficial se encuentra con una pieza ligera que, a través de una puesta en escena sencilla, se sumerge en "la historia de amor entre una ninfa y un pastor, interrumpida por Polifemo", explica el director, Óscar Gershensohn. Él mismo cruza el límite de la dualidad en busca de otras sonoridades simbólicas, las que hablan -o cantan- al espectador sobre "el tiempo, la pasión, la brutalidad...".

Polifemo se empeña en intervenir en los amoríos de Galatea y Acis, aunque el cíclope de agresivo bautismo "es un malo al que no terminamos de odiar, como Haendel deja entrever en la propia música", esboza Gershensohn. Sus ardides, que llevan a Acis a la muerte, despiertan a Galatea, "una ninfa con un lado muy dulce y suave, y otro muy fuerte y poderoso", describe Inma Férez, que se sumerge en la piel de la "semidiosa" en este "homenaje a la naturaleza, muy a lo siglo XVIII, a lo El paraíso perdido de Milton", compara la soprano madrileña.

Su voz se enhebrará en escena con las del tenor Ariel Hernández (Acis); su homólogo de registro, el inglés Andrew King (el consejero Damon); y el barítono José Antonio Carril, en el papel de Polifemo. Trece gargantas más se reparten en el coro y diez músicos componen la vertiente musical, en el foso del Principal. El Duque de Chandos, que contaba con una orquesta barroca en su propia casa, en las inmediaciones de Londres, fue el impulsor de esta obra, que derivó en rural estreno palaciego, en 1719.

Haendel retomó una antigua serenata italiana para crear la partitura de esta ópera, cuyo texto -"es una traducción muy buena", apunta Inma Férez- lleva la firma de John Gay. Escrita "para un divertimento casi casero", recalca el director, la pieza toma el Principal de la mano de La Capilla Real de Madrid y con todo el poder del género. El renacimiento de Acis como río es culmen argumental, apoteosis de una belleza que, sin embargo, no deriva en el sempiterno "fueron felices y comieron perdices". Siempre hay dobles lecturas. Más reflejos de los que se ven. También en esta "joya".