la deplorable tangana mediática Mourinho-Preciado no ha terminado afortunadamente como rosario de aurora gracias al cortafuegos del Comité Antiviolencia que pondrá orden y sanciones a estos dos fenómenos de la excitación bajopasional de enloquecidos seguidores del fútbol, capaces de generar violencia cainita entre aficiones que cargan siniestras baterías de odio y mala leche en un ejercicio de tensión social que algún día no muy lejano volverá a teñir de sangre este deporte-espectáculo sin igual. Sabido es que entrenadores y jugadores tienen una doble obligación profesional: ganar en el campo y lidiar día tras día con los medios de comunicación, singularmente televisión. Cada individuo tiene su estilo personal de manejar la lengua y los componentes del lenguaje y en el caso de los personajes mediáticos, aquellos que por su profesión tienen que darse una vuelta diaria por los medios, el estilo tiene que ser singular, reconocible e intransferible. La reciente llegada del portugués Mou al fútbol hispánico ha desatado pasiones y odios encontrados por su estilo de entender y dirigir el fútbol, su manera de relacionarse con los periodistas y su sentido utilitario de la tele a través de la que lanza mensajes incendiarios, reflexiones cargadas de trilita y opiniones dignas del más chulesco personaje del Chicago años 20. Excelente manejador de la gasolina dialéctica, sabe tensionar situaciones derramando, de momento, la menor cantidad posible de leche. Su pose pendenciera y desafiadora esconde un tipo seguro y consciente de que se mueve en el filo de la navaja, pero algún día se cortará, porque el que la busca la encuentra. Hemos asistido a un desgraciado episodio entre entrenador calentorro y astuto Viriato convertido en clásico de la comunicación, ya que si no hay Mourinho no hay pasión, entretenimiento y agitación. ¡Allá tú, mister!
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