Vitoria. En plena vorágine tridimensional, epatados por el nuevo intento de crear un cine palpable, una irreductible compañía chilena apuesta por el camino inverso. Teatrocinema introduce el séptimo arte en el proscenio desde un particular laboratorio escénico que factura desde hace años. La primera de sus piezas -ya están embarcados, en paralelo, en la segunda- llega hoy al Teatro Principal bajo el nombre de Sin sangre, y con el sello del célebre novelista italiano Alessandro Baricco tras la historia.

De entrada, la forma se impone como método de atracción de público -quedan pocas entradas, en gallinero-, pero la historia cuenta con un papel esencial. Una historia que habla de la capacidad de amar como antídoto de la venganza, y que encuadra esta reflexión, entre poética y naturalista, en el marco posterior a la dictadura chilena. La pieza hurga, por tanto, en "las heridas que quedan en un país después de una guerra civil", con "bandos que no pueden ser reconciliables". ¿O sí? La historia de venganza, vestida con un tono de cine negro, propone también que "existe, mínimamente, un pequeño rasgo de humanidad, un vestigio de amor", completa Juan Carlos Zagal, director y a la par intérprete de la pieza.

La carga audiovisual que propone Sin sangre no es forzada. "La novela es muy cinematográfica", apunta Laura Pizarro, otra de las intérpretes de un vertiginoso montaje -esta vez de fotogramas- en el que la compañía "traslada el tiempo y el espacio de una manera instantánea en busca de la emoción que puede trasladar la narración".

La elipsis que consigue un cambio de decorado -habitualmente con descanso- se logra aquí en un chasquido de dedos. El teatro, literalmente, se convierte en pantalla, sólo que mantiene a los intérpretes de carne y hueso. Al fin y al cabo, la búsqueda de un nuevo lenguaje que permita saltos inmediatos, como el propio cine o la literatura, por medio de ilusiones creadas a través de luces y sombras.

Experimentación y sincronización que costaron, en los inicios de este montaje, cinco veces más de lo recaudado, y que ahora afinan su sistema en la segunda pieza de esta trilogía cinematográfica, El hombre que daba de beber a las mariposas, donde -primer avance- "ajustamos ya la dramaturgia a esta posibilidad de hacer lo que queramos". Teatro de palomitas hoy en el Principal. ¿Road movie o road play?