Por primera vez un artista, Santiago Sierra, ha rechazado el Premio Nacional de Artes Plásticas otorgado por el Ministerio de Cultura. Y lo ha hecho publicando un mensaje en su blog: "Agradezco mucho a los profesionales del arte que me recordasen y evaluasen en el modo en que lo han hecho. No obstante, y según mi opinión, los premios se conceden a quien ha realizado un servicio, como por ejemplo, a un empleado del mes. Es mi deseo manifestar en este momento que el arte me ha otorgado una libertad a la que no estoy dispuesto a renunciar. Consecuentemente, mi sentido común me obliga a rechazar este premio. Este premio instrumentaliza en beneficio del Estado el prestigio del premiado. Un Estado que pide a gritos legitimación ante un desacato sobre el mandato de trabajar por el bien común sin importar qué partido ocupe el puesto. Un Estado que participa en guerras dementes alineado con un imperio criminal. Un Estado que dona alegremente el dinero común a la banca. Un Estado empeñado en el desmontaje del estado de bienestar en beneficio de una minoría internacional y local. El Estado no somos todos. El Estado son ustedes y sus amigos. Por lo tanto, no me cuenten entre ellos, pues yo soy un artista serio. No señores, No, Global Tour. ¡Salud y libertad!"
Y los cuatro interesados por el mundo del arte nos hemos dividido en dos: por un lado, los que defienden la "heroica" respuesta de este artista; por otro, los que creemos que se trata de un mero golpe de efecto (otra efectista obra de Sierra más), o de una simple operación de marketing (cierra su misiva anunciando Global Tour, un documental que está rodando). También puede tratarse de una rabieta plasmada en escrito: se cree un artista antisistema y, paradójicamente, es premiado ahora por el propio sistema. Y si a un artista que vende subversión le quitas eso, ¿qué sentido tendría ahora su trabajo? Resumiendo: hay una gran contradicción en esa respuesta tan engreída, tan débilmente argumentada, tan mal escrita: el artista trabajó para el Estado en 2003. En la Bienal de Venecia. Cuando se lo pidió el gobierno de Aznar. Por entonces el PP necesitaba limpiar su imagen ante la opinión pública por el fuerte apoyo prestado a Bush en la guerra de Ikak. Y Sierra colaboró en esa campaña de lavado de imagen. El jurado puede haber herido su gran orgullo al premiarle. Porque Sierra es como un Hugo Chavez del arte: es capaz de vender petróleo, de hacer negocio con Estados imperialistas y creerse al mismo tiempo un revolucionado. En otro arrebato anterior Sierra dijo públicamente dirigiéndose al artista Barceló: "Vamos a ver majete, por si te interesa vivo de mi trabajo y no de lamerle los huevos al poder como haces tú...".
Sierra podría haber donado el premio a alguna causa perdida. O podría haber devuelto lo que en su día le dio el Estado por su participación en Venecia. Y es que si un artista quiere entera libertad, lo que tiene que hacer es no vivir del arte.