Madrid. Llamar "tontos de los cojones" a los votantes de la derecha, calificar de "mariposón" a un líder, "hijos de puta" a sus compañeros de partido, "gilipollas" a un primer ministro como Tony Blair o referirse a los "morritos" de una ministra son algunos de los excesos verbales de la clase política española.
Las hemerotecas están llenas de insultos, tacos, meteduras de pata o salidas de tono de nuestros políticos y es que estas no entienden de siglas, se producen en todos los partidos políticos y pasan factura.
Una y otra vez pronuncian expresiones ofensivas, la más reciente ha sido la del alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, quien, a propósito del nombramiento de Leire Pajín como ministra de Sanidad, comentó: "Cada vez que le veo la cara y esos morritos pienso lo mismo". A buen seguro que esta frase quedará en los anales de los desatinos, al igual que esta otra: "¿Por qué hay tanto tonto de los cojones que todavía vota a la derecha?", del presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias FEMP, Pedro Castro.
Con el reciente cambio de Gobierno, la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, confesó en un corrillo -ajena a las cámaras- que este Ejecutivo es "mejor" y tiene mayor proyección pública, pese a que el partido se afanó en repetir que era más de lo mismo.
El presidente del PP, Mariano Rajoy, ha tenido frases muy reveladoras, como la que pronunció en vísperas de la Fiesta de la Hispanidad en la que le explicaba a Javier Arenas que al día siguiente tenía "el coñazo del desfile" y apuntaba: "En fin, un plan apasionante".
Pilladas aparte, los insultos se personalizan, la mayoría de las veces en público, para tratar de provocar un runrún que fulmine al rival: el ex vicepresidente Alfonso Guerra dijo de Rajoy que era "un poco mariposón" y el vicesecretario general del PSOE, José Blanco, que se le veía el "plumero".
Sin embargo, no todas las ofensas se dirigen a sus adversarios, prueba de ello son las que el presidente del Congreso, José Bono, dijo de sus propios compañeros: "Hay mucha gente santa, algún malo y los del partido propio que son unos hijos de puta", o a mandatarios extranjeros, como Tony Blair, al que calificó de "gilipollas".
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, también suele dejar "perlas" en las hemerotecas como cuando se alegró de dar un puesto en Caja Madrid a uno de IU a costa de un "hijoputa", en concreto se refería al consejero Fernando Serrano.
La historia es interminable, pero para firmar la paz con los políticos lo mejor será suscribir un acuerdo, como el que propuso Rodríguez Zapatero, para "estimular, para favorecer y para follar", en uno de los lapsus más divertidos que se recuerdan.