ya comienzan a saberse las primeras reacciones de audiencia a las variadas ofertas del comienzo de la nueva temporada televisiva. La tarea de programar y comprar productos para las parrillas son dos oficios cuyos profesionales deben de gozar de excelente salud coronaria para poder aguantar los dispares avatares del día a día en relación con las propuestas hechas y las adhesiones conseguidas. Se mueven estos profesionales entre el gozo supremo de alcanzar más de cinco millones de espectadores en la emisión de uno de sus programas estrella o la depresión profunda producida por la respuestas al producto que pensaban de éxito, con el que había hecho una promoción bárbara y se habían gastado los cuartos dejando al productor al borde de la ruina. Dura vida la de hombres y mujeres que tienen en sus manos el share y los porcentajes de audiencia que definen los resultados generales de cada cadena. Acabamos de asistir a un momento de triunfo y duda con dos programas recién salidos del horno Los pilares de la Tierra y Las chicas de oro. Aquella ha rozado el éxtasis del triunfo supremo, ésta se ha movido en su primera entrega en un mar de dudas y vacilaciones, con momentos de poder narrativo y otros de confusión, en medio de la astracanada estética de José Luis Moreno, cargada de barroquismo histriónico en atrezzo, vestuario y peinados que parecen de una serie sacada del baúl del tiempo pasado. Mientras Cuatro celebra la emisión de la novela de Follet, los de TVE rezan a Santa Audiencia para que la serie coja vuelo y pueda mantener su presencia en el privilegiado prime time, de lo contrario comenzará a ir de hora en hora hasta su desaparición. Suerte dispar para dos productos promocionados hasta la saciedad, convertidos en banderines de mercado y apuestas firmes de negocio. Complicado oficio. Combinar riesgo y talento es la clave, en teoría.
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