DONOSTIA. Pasqual Maragall no soporta que le compadezcan a causa de su Alzheimer y por eso quiso que la película que iba a rodar Carles Bosch sobre el proceso de su enfermedad fuese "divertida". "Bicicleta, cullera, poma", además de hacer reír y sonreír, es un intensísimo y emocionante testimonio de vida.

Este documental, en castellano "Bicicleta, cuchara, manzana", se ha presentado hoy fuera de concurso en la Sección Oficial del 58 Festival de Cine de San Sebastián, en una sesión a la que han acudido todos sus protagonistas, con Maragall y su mujer, Diana Garrigosa, a la cabeza, a los que el público puesto en pie ha despedido con aplausos.

El filme sigue los pasos del ex presidente de la Generalitat de Cataluña y su familia durante los dos años posteriores al 20 de octubre de 2007, cuando hizo pública su enfermedad ante el Hospital Sant Pau de Barcelona y su firme determinación de combatirla.

Desde entonces, los daños del Alzheimer han ido progresando, pero Maragall no es aún una persona dependiente, sino un hombre rodeado de los suyos que con ironía confiesa tener dos problemas: la enfermedad y la "sobreprotección" que le "mata".

Su familia busca su seguridad y él se escabulle muchas veces. Consigue, por ejemplo, que le reparen el coche en un taller al que su hijo había retirado una pieza para evitar que lo utilizara.

Maragall no quiere que la enfermedad le "doblegue", como tampoco desea su esposa que lo hagan las "exigencias de libertad" de su marido. Tiene suerte, porque son muchos los que se ofrecen a acompañarle, momentos que aprovecha ella para buscar sus propios "espacios".

A medida que la afección se extiende, también aumenta su desinhibición. Su comportamiento se acerca más al de un niño que al de un adulto porque su cerebro ya no recibe órdenes de lo que es más o menos conveniente. "Te sueltas, te sueltas", dice él mismo.

Y ahí es cuando Cristina, la mayor de sus tres hijos, expresa el temor a que su padre acabe por convertirse en "una caricatura de sí mismo" si continúa interviniendo en actos públicos. Lo sintió así cuando Maragall presentó su autobiografía "Oda Inacabada. Memorias" en noviembre de 2008.

"Es jodido morir y vivir 'con' Alzheimer y no 'de' Alzheimer", asegura el ex alcalde de Barcelona, que admite que "es demasiado tarde" para que él se beneficie de un tratamiento curativo.

No obstante, siempre ha dejado claro y los suyos así lo perciben que acabará prestándose voluntario para ensayos clínicos de nuevos fármacos. Puede incluso que ya lo esté haciendo, aunque eso permanece en el secreto de la familia.

Carles Bosch explicaba hoy en rueda de prensa, tras la proyección del documental, que pasados dos años de grabaciones sintieron que hacían "muy bien en dejarlo ahí", que el pudor les impedía continuar, cuando además ya habían logrado el propósito de romper un tópico sobre el Alzheimar, porque entre el diagnóstico y la pérdida total de memoria "se puede disfrutar de la vida".

Maragall lo hace y lo va a seguir haciendo, junto a los que quiere y le quieren, pegado a la música que ama, a Bach, y también a Mayte Martín, de la que tararea una estrofa antes de que desaparezca el último fotograma. "Lo que daría por no sentirme así, perdido", dice.

Pero el filme va más allá del seguimiento al ex "president", es una voz que clama por la necesidad de buscar nuevos caminos en la investigación contra el Alzheimer, un desafío para el que la Fundación Internacional Pasqual Maragall ya tiene una hoja de ruta.

"Diagnosticamos demasiado tarde. Hay que hacerlo antes de que aparezcan los síntomas", comenta el doctor Jordi Camí, director de la Fundación.

Expertos internacionales aparecen hablando sobre la enfermedad en este documental, que toma como referencia hospitales de Rochester (Estados Unidos), Rotterdam (Holanda) y Hyderebad (India), donde siguen idénticas pautas con los enfermos. En las primeras pruebas, todos los pacientes deben memorizar tres palabras y tratar de recordarlas después.

En el caso de Maragall fueron "bicicleta, cullera, poma". Él no las pudo repetir.