mantener una personalidad es tarea harto difícil en el ámbito artístico si no se encuentra el favor del público. La cadena genética de Susan Hiller no ha admitido nunca, sin embargo, ninguna otra forma de desarrollo. La tenacidad de esta creadora norteamericana -afincada en Londres desde los años setenta- la ha llevado finalmente frente al gran público, a base de publicaciones y charlas, y sobre todo de seguir insistiendo en su senda expresiva y en sus inquietudes investigadoras. Prueba de ello es la retrospectiva que en febrero le reserva la TATE Britain. Pero, antes, desde hoy mismo -y hasta el 9 de enero-, Montehermoso se adelanta con la exposición What I see.
Es una de las tres nuevas muestras que acoge el centro cultural, y ocupa con sus piezas -"que abarcan diferentes períodos de actuación de la artista", apunta el director del espacio, Xabier Arakistain- el Antiguo Depósito de Aguas, rendido a su escalpelo cálido, a sus contrastes y repeticiones, a su pasión por lo que transmiten intuición y magia.
El aura, por ejemplo, protagoniza dos de los conjuntos, desde la que rodea las palmas de la mano de conocidos de la artista hasta la que flota, repleta de cromatismo pop -Homage to Marcel Duchamp-, sobre rostros anónimos. Hiller sabe que lo transgresor también acaba tornándose lenguaje rígido y repleto de cadenas estéticas y conceptuales, así que burla con ironía las formas y puede sumergirse tanto en la cultura popular como en el academicismo más catalogador para esquivar el corsé de la tendencia.
Una ardua investigación o un golpe de azar pueden ser los disparaderos de sus trabajos, que "se especializan en recuperar lo rechazado, lo ignorado, lo que se considera irrelevante", señala Arakistain. Por ejemplo, un nombre de calle con una referencia al pueblo judío puede embarcarla en un seguimiento de tres años por todas las calles alemanas con señas similares. 303 componen el mosaico fotográfico -acompañado de mapa, libro y vídeo-, que a la responsable de programación del centro cultural, Beatriz Herráez, no pueden sino evocarle el relato La carta robada de Edgar Allan Poe.
Hiller puede rendirse a la simbología mexicana o explorar desde una pantalla en perpetuo fundido en negro (The last silent movie) el poder de la palabra. Palabra en muchos idiomas. En los de comanches, cajunes, potawatomis y lenades, que, entre otros, pueblan esta reivindicación de la autenticidad frente a lo extinguible, combinando, como en buena parte de las piezas de la artista, "rigor y seducción", observa Herráez.
Tres luminiscentes laberintos sin salida -cuyo origen se remonta a catedrales francesas- completan el juego formal y sociológico que plantea Hiller, que no duda un instante en criticar desde sus piezas la presunción de objetividad de la antropología, que se zambulle en cualquier proyecto, sin preocuparse de las reservas de oxígeno, siempre que éste le cuente algo y le permita algo que contar a través de su particular alfabeto de fantasmas.
Lo primero que hace Elena Tzotzi, de Tetris Produktion, es agradecer el tempo de trabajo de Montehermoso, que les ha permitido -a ella y al resto del equipo- desarrollar una sosegada y profunda investigación. El resultado es Monkey See Monkey Do (algo así como "lo que el mono ve, el mono lo hace"), título que ya "significa de por sí algo, cómo nos repetimos a través del aprendizaje", explica.
El trabajo de Tetris Produktion se hace varias preguntas, se cuestiona las reglas sociales y analiza las formas de conducta, todo ello desde las miradas personales y globales de diez artistas que, a través de sus piezas, ahondan también en los límites y formas del espacio del arte y cómo éstos se pueden intercalar y servir a la sociedad.
El equipo de comisarias de la muestra colectiva hace suyas las palabras de Jonathan Littell en su novela Las benévolas, premiada en el 2006 con el premio Goncourt. "Creo que puedo terminar diciendo, con un hecho establecido por la historia moderna, que todo el mundo, o casi todo el mundo, en unas circunstancias determinadas, hace lo que le dicen; y, perdónenme, pero es bastante probable que ustedes no sean la excepción, como yo tampoco lo fui. (...) El peligro real para la humanidad soy yo, son ustedes".
¿Hay capacidad de elección o, al fin y al cabo, sólo imitación? La exposición se centra en los mecanismos que generan la discrepancia entre cómo pensamos y cómo actuamos y nos comprometemos con temas insertados en el ámbito de la ética y los dilemas diarios. La narrativa que despliegan, comunicándose entre sí, las diez propuestas reunidas en Monkey See Monkey Do -que también se muestran hasta el 9 de enero- "explora las distintas maneras que tenemos de responder a las normas, las creencias y las actitudes que afectan y regulan nuestras vidas". ¿Enfrentar y reevaluar los valores y creencias, sin importar el coste personal, es una realidad en el día a día?
Vídeos, fotografías, dibujos e instalaciones tratan de poner el dedo en esa llaga, remitiendo casi siempre a la identidad. Christian Andersson, Maja Borg, Tamar Guimarães, Emma Kay, Runo Lagomarsino, Laibach, Ilias Ppailiakis, Juan Pérez Agirregoikoa, Magnus Thierfelder e Ylva Westerlund son los creadores convocados por Tetris Produktion.
Otro título que evidencia parte de lo que se verá en su interior es Está en mi cabeza. Detrás de los ojos. La frase, tomada de la película Alien, el octavo pasajero, sirve como suerte de leit motiv a la colección de vídeos que Haizea Barcenilla y Saioa Olmo presentan en la décima vuelta de tuerca del ciclo Contraseñas. Audiovisuales de ocho artistas confluyen en el recorrido, que Barcenilla vincula también a los cuestionamientos planteados en las otras dos muestras del centro. "Hay muchos temas y planteamientos que coinciden", asegura.
Además de las estereotípicas construcciones que el entorno o los medios de comunicación construyen alrededor de las figuras de ""mujer" y "hombre", el cuerpo es uno de los catalizadores de muchos de los trabajos. Lo que pretende el tándem es mostrar la influencia que posee un concepto en la construcción de las identidades. "Los mandatos de género son las pequeñas instrucciones escondidas en las relaciones sociales y que hacen formar los roles masculinos y femeninos", explica Haizea. Mandatos que, lejos de estar latentes, acompañan constantemente al ser humano y son "cosas que damos por hechas".
Las tres muestras -ésta última hasta el 6 de febrero- hablan ya en Montehermoso del lenguaje, de la identidad, de los entramados sociales que, de una manera patente pero, generalmente, oculta, elaboran diversas formas de pensamiento y de relación con el medio.
Tres modos de arremeter desde la expresión sobre la realidad que nos circunda, que late cada día con más fuerza o se diluye sin dejar rastro. Tres modos de acercar la mirada, desde muchas sendas de representación, hasta cuestiones que los artistas transforman en conceptos y devuelven finalmente en forma de códigos artísticos que burlan la estética, la transforman o, directamente, la detonan. Montehermoso abre curso con tres cursos que parecen pertenecer a un mismo río artístico, todos ellos afluentes hacia el mismo centro, manantiales que escalan hasta la cima de la colina.