DONOSTI. Olaciregui, en una entrevista a Efe, explica que la financiación del Festival se ha reducido un 15%, en casi un millón de euros desde 2007. Un descenso añadido del 5% colocaría a su estructura en una situación "crítica" y, "a partir de ahí, habría que tomar medidas más profundas", opina el responsable del Zinemaldia.

"Tendrían que empezarse a tocar cosas que hasta ahora no se han tocado. Se ha cortado todo lo que no tenía que ver con el hecho cinematográfico, como las fiestas, se ha reducido un día el Festival, se ha suprimido una retrospectiva. Si a esto unes un recorte sustancial, habría que adoptar medidas no sólo de formato y programación, también de personal", precisa.

Este mensaje se lo transmitió hace un tiempo a los representantes del Ministerio de Cultura, el Gobierno Vasco, la Diputación de Guipúzcoa y el Ayuntamiento de Donostia, las cuatro instituciones públicas que aportan fondos al Festival -este año 3,85 millones de los aproximadamente 6,6 del presupuesto- y piensa que "lo han entendido".

Pero no son los problemas económicos los que le han hecho tomar la decisión de dejar el cargo, al que accedió en 2001, sino el convencimiento de que debía cerrar una etapa tras dieciocho años vinculado al Festival con diferentes responsabilidades.

"Los dieciocho años son la razón principal. El paso del tiempo, por decirlo de forma poética", ironiza este economista, licenciado por la universidad de Deusto, que nació en la localidad guipuzcoana de Pasajes en 1956.

Tampoco han sido los ajustes presupuestarios su batalla más difícil en estas casi dos décadas. Recuerda muy especialmente su primer año como director, cuando los atentados del 11-S "arruinaron, entre comillas", los planes de la 49 edición, a la que cancelaron su asistencia Warren Beaty y Julie Andrews, que iban a recoger los premios Donostia, así como Glenn Close, Barbara Hershey y Mira Sorvino, entre otros.

Olaciregui se lleva una considerable colección de buenos recuerdos como cinéfilo que es, pero ni fotografías ni autógrafos porque, además de no ser demasiado mitómano, opina que en su puesto hay que mantener "la máxima" de no pedir fotos ni firmas a un cineasta "por mucho que lo admires".

Su memoria guarda, como una de sus mejores experiencias, los días que compartió con Robert Mitchum en 1993, cuando el actor estadounidense vino a recoger el Premio Donostia y él, en su primer año en el Zinemaldia, se convirtió en su "referente" durante varios días.

"Lo recuerdo por ser el primero, por lo mucho que le admiraba como actor y, sobre todo, por el gran personaje que era, lleno de un humor socarrón, divertido, ocurrente y pícaro. Me impresionó mucho, pasé muy buenos momentos con él y su esposa Dorothy. Es uno de los que más me han marcado", asegura.

Desecha el "tópico" de las estrellas del cine como "gente caprichosa" y afirma que los que mantienen esa actitud "son bastante menos de lo que se cree".

Olaciregui considera inevitable hacerse enemigos en un puesto como el suyo, "en el que tienes que tomar decisiones y no puedes contentar a todo el mundo", especialmente cuando hay que decir "no" a la participación de una película en el certamen.

"Normalmente cada productor y cada director están convencidos de la genialidad y bondad de su obra y no se suele encajar bien un 'no'. Busco las fórmulas más diplomáticas en el momento de rechazar una película, pero lo vivo como uno de los aspectos del puesto más negativos. Muchas veces se recupera la amistad, porque también es verdad que el tiempo te acaba dando la razón", comenta.

No se atreve a calificar su gestión, pero recurre a dos adjetivos que le ha otorgado un periodista y que le gustan, discreto y eficaz, el primero porque ha procurado "estar siempre en un segundo plano".

Y eficaz porque "va muy unido" a su "formación-deformación profesional". "Esa visión de la economía, de la logística, de hacer del Festival una estructura eficiente y eficaz a lo largo de estos dieciocho años sí ha sido casi una obsesión", destaca.

Tras la 58 edición, que se celebra del 17 al 25 de septiembre, le quedarán a Olaciregui tres meses para despedirse del Festival y ceder el testigo a José Luis Rebordinos, una sucesión que considera "lógica" por parte de una persona que forma parte del comité de dirección del certamen desde hace 15 años.