Vitoria. Como una lengua exhausta acabó la alfombra naranja por la sobredosis de gritos y aplausos que cosechó La princesa de Éboli sin siquiera mostrar un plano. El poderoso reparto congregó en la calle San Prudencio a centenares de fans mediáticos -y cinéfilos, porque esto casi es cine y se proyecta en uno- que acogieron a los protagonistas como estrellas en lluvia de verano. El deseo, al margen de los que disfrutaron del pase, era inmortalizarse con los ídolos, y la noche se llenó de flashes para atrapar el paso de los intérpretes por Gasteiz. La princesa de Éboli -que casi necesitó de su parche para suavizar el fogonazo- reinó por un día antes de reclamar su cetro en la pantalla.
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