madrid. El actor Juan Luis Galiardo está empeñado en hacer pedagogía con el teatro y para ello protagoniza esta semana en Mérida El Avaro, de Molière, una obra que demuestra que el humor es "clave" para llevar al público "grandes reflexiones".

Galiardo, bajo la dirección del francoargentino Jorge Lavelli, da vida esta semana en el Festival de Mérida a Harpagón, el protagonista de la obra de Moliére, "un personaje al límite, enfermizo y desorbitado". "A veces grita, se mueve con desconfianza, ríe bobaliconamente ante el halago, nadie puede tener una buena opinión de él", explica el actor gaditano-extremeño con histrionismo sobre esta figura. Una figura, añade, que le atrapó lo suficiente para proponerle a Lavelli llevar al teatro la "tragedia humana" de la avaricia y la codicia, pero "sin densidad y con humor".

"Ésta es la clave -afirma rotundo- para llevar al público grandes reflexiones". Ésta y la del trabajo bien hecho son las que le hicieron ganar el Goya en 2000 por Adiós con el corazón, aunque el "carácter cainita de España" le hace ser escéptico, según confiesa. "El estilo nacional es de castigo, cuando recibo un premio me pregunto a quién estarán castigando", espeta gesticulando. El Avaro, que pone fin el próximo domingo a la LVI edición del Festival de Mérida, habla de esa querencia tan humana por el dinero y el poder, pero también del "miedo a la muerte que crea ataduras, lleva a consumir cosas, al uso inadecuado del sexo o a entender el placer como elemento maravilloso, cuando debería ser un elemento compensatorio de otros recorridos de la vida", profundiza. Para Galiardo, Molière habló en el siglo XVII de unos problemas en una sociedad concreta que se mantienen en el tiempo, "una sociedad enfermiza" donde el aspirar a un "éxito permanente" acaba con lo que es la vida de verdad, "un fracaso permanente". Y se refiere a Hollywood y a la propuesta que hace años recibió de formar parte de un star system para el que dice que no estaba preparado mentalmente. Y no precisamente por aquello que le dijera su padre al abandonar la carrera de Ingeniería Agrónoma de que "ser artista de cine en España es como ser torero en Massachusetts", sino porque, asegura, "Hollywood es la aventura horrible de una sociedad de enfermos terrorífico". Así que los grandes viajes de Galiardo han sido hacia sí mismo, y tal vez en ellos haya sido donde descubrió su vocación de "galán que dice amores". Pero lo que no le gustan son los papeles de "galán de barra americana" porque se confiesa "huérfano de madre" y un "buscador de consuelo en la mirada de la mujer", de quien quiere hacer la "musa de su vida" y con quien ha compartido abrazos y hecho el amor "entre cajas" en los camerinos del teatro.