Santander. El escritor chileno Luis Sepúlveda se ha propuesto relatar la "autobiografía" de toda una generación, la suya, que transcendió las fronteras y transformó "el imaginario de la sociedad", en Los años felices, una novela que arranca en 1967 y termina con la caída del muro de Berlín. Por el momento, la próxima novela del escritor chileno es un largo texto, sin fecha de publicación, que le está haciendo trabajar "intensamente", dijo ayer en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
"Uno aprende más respondiendo preguntas que haciendo teoría", señaló este autor, que ironiza con que debería erigirse un monumento a sí mismo por ser un "tipo muy trabajador". Y es que, cuando los periodistas le preguntaron por sus nuevos proyectos, comenzó por anunciar que este otoño publicará un libro de crónicas titulado Historias de aquí y de ella y además acaba de entregar otro, con fotografías del argentino Daniel Mordzinski, que empezó como un libro de viajes para convertirse en un relato sobre un mundo que ha desaparecido.
El autor de El viejo que leía novelas de amor lleva al lector a la vasta estepa patagónica, donde la irrupción de la industria de la lana marcó "el principio del fin" de unas formas de vida tradicionales que habían pervivido durante siglos. "Me di cuenta de que estaba contando las últimas noticias de un mundo que ya no existe", apuntó. Mientras, está inmerso en la escritura de ese "recuento generacional" que será Los años felices, un relato protagonizado por personajes ficticios, pero basados en personas reales, que comienza en 1967 porque fue entonces cuando empezó el 68 chileno. "Esa generación dejó un legado, transformó no la sociedad pero sí el imaginario de sociedad que se tenía hasta entonces", afirmó Sepúlveda, quien añadió que esas consignas que hoy se ven "como parte de la prehistoria", como "sé realista, pide lo imposible", significaban "algo muy profundo".
En su opinión, aquellos sesentayochistas estuvieron marcados por una "gran generosidad" desde el punto de vista político y económico. "Hay quienes sostienen que la generación del 68 fracasó estrepitosamente en todo, y uno de ellos es Nicolas Sarkozy, pero el pequeñito ése olvida que se divorció porque nosotros conseguimos como generación el divorcio, y por eso se pudo casar con Carla Bruni", argumenta.
Luis Sepúlveda publicó el año pasado La sombra de lo que fuimos, una historia que escribió porque quería regresar literariamente a Chile y que le dio la clave para su nueva novela. Aquella historia se limita a narrar un día en la vida de un grupo de veteranos del 68 que se reúnen para vivir "una especie de aventura crespuscular" porque "los regresos son siempre tímidos", en opinión de un autor que defiende que sólo hay una manera de mirar al pasado, y es la cervantina: "Con amor y con humor, que es amor con hache". Sepúlveda sabe que para "algunos sectores" de su país es como "una pulga en la oreja", porque durante veinte años ha rechazado los cargos y honores en el extranjero que le han ido ofreciendo los sucesivos gobiernos chilenos con el argumento de que no aceptará nada mientras "no se libere a todos los presos políticos encarcelados". Pero también en cada regreso encuentra "manifestaciones de afecto muy importantes" de la gente que aprecia a un escritor que, según afirmó ayer, no necesita que le quiera todo el mundo.