el desarrollo de los deportes de masas y los medios de idem ha dado resultados positivos para el negocio del deporte y, también, para los propietarios de las cadenas, que han hecho de las retransmisiones una escuela de narración que llega a millones de usuarios con motivo de los eventos deportivos, bien planificados a lo largo del año para no hacer daño a otras producciones. El caso norteamericano es paradigmático y no se entiende deporte/negocio sin producto televisivo que llega a condicionar la marcha del juego para intereses comerciales, vía tiempo muerto para la emisión de spots. Este maridaje entre deporte y medio genera espectaculares derechos de retransmisión que alimenta a voraces federaciones internacionales, organismos tocados muchas veces de oscurantismo y escasa transparencia en funcionamiento y decisiones. Las millonadas por tener la exclusiva de un campeonato mundial de fútbol, el circuito de F1 o el Tour son capaces de asfixiar la economía de las cadenas o generar pérdidas, como le ha ocurrido a T5 con motivo del evento sudafricano, por no hablar de los apuros financieros de Digital + o de Mediapro en su pelea por los derechos de la liga española profesional de fútbol. Los programadores han encontrado en los deportes salidas honrosas para sus lamentables parrillas veraniegas. Las retransmisiones han invadido el campo de las cadenas generalistas y ello alivia las flacas producciones de calidad en el estío. Lo bueno, lo novedoso, lo interesante se guarda para septiembre, que marca pole position para la nueva temporada. Desde los antiguos partidos de pretemporada con una multitud de trofeos veraniegos hasta la programación actual media un tiempo de desarrollo deportivo y televisivo que ha definido la programación veraniega. Lo importante es consumir y los contenidos deportivos son excelentes reclamos para una audiencia tumbada al vacacional sol.
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