Vitoria. Con más de 17.000 almas en Mendizabala, el Azkena Rock Festival vivió en la madrugada del viernes un final de su segunda jornada que para muchos será recordado durante tiempo. Lo que hace Kiss sobre el escenario no es nada nuevo. Su fórmula es bien conocida. Pero, como todo en esta vida, hay dos formas de hacer las cosas en el negocio sonoro: con conformismo sabiendo que el público está ganado desde antes de que todo empiece o con la ilusión de ganarse al personal a cada paso por mucho que uno lleve media vida en esto. Los de Gene Simmons y Paul Stanley, por fortuna, prefieren la segunda opción. Luego, se puede discutir sobre si es más show que música, si estuvieron mejor en el KobetaSonik que en Mendizabala, si deberían darle más a los viejos éxitos que a las nuevas canciones, si... Pero es que sin esa salsilla, esto no sería lo mismo. Eso sí, que nadie se olvide de que también tocaron un más que aceptable Slash y unos arrolladores Imperial State Electric.

Por partes. El primero en aparecer a eso de las 23.00 horas fue el ex de Guns N" Roses y miembro de Velvet Revolver dentro de su nuevo proyecto en solitario. Y todo hay que decirlo, había muchas dudas sobre este concierto. Primero, porque el disco que está en el origen de esta nueva aventura no es tampoco como para tirar cohetes. Segundo, porque de algunas de las citas precedentes del guitarrista no habían llegado muy buenas críticas, que se diga. Pero Slash convenció. Sobre todo porque sigue siendo todo un maestro y domina las seis cuerdas como le da la real gana. Pero también porque a Gasteiz se vino con una banda más que aceptable, destacando la labor de un Myles Kennedy en un gran estado de forma.

El resultado fue un listado de canciones fuerte, potente, bien compactado dentro de un ritmo de concierto sin altibajos, constante y directo. Además, el personal estaba por la labor y, claro, así las cosas la actuación no pudo ir mejor. Eso sí, la traca final casi hace que Mendizabala se venga abajo, sobre todo cuando este mito de la guitarra escondido bajo su particular sombrero y sus gafas de sol comenzó con los primeros acordes de Sweet child.

Con un pelo de retraso y con el público impaciente, llegó la hora de Kiss. Y aquello se convirtió en una locura. Clásicos de toda la vida intercalados con los nuevos temas de Sonic Boom se fueron sucediendo mientras Simmons hacía su eterno número de la sangre saliéndole de la boca, Stanley volaba sobre el público para llegar a meterse de lleno entre los espectadores, Singer tocaba la batería a varios metros del suelo y Thayer lanzaba cohetes con la guitarra. Eso entre fuego, artificios, montajes audiovisuales, caras pintadas, magia... Vamos, lo habitual en estos monstruos.

La gran mayoría de los presentes se lo pasó como los enanos durante algo más de dos horas. El ambiente era inmejorable. Aunque, como sucede siempre cuando de gustos se trata, también hubo quien decidió abandonar, a quien no le gusta tanto show, o por lo menos un espectáculo donde la música no ocupa en solitario el primer plano.

El recital mantuvo una línea constante (amago de Led Zeppelin incluido, como también algún toque verbenero que sobró), aunque no hay duda de que la traca final tuvo un peso específico, más allá de los efectos visuales y el confeti que lo inundó todo. Incluso a Stanley se le perdonó la pequeña confusión geográfica en la que se metió en un momento dado entre Vitoria y Bilbao. Ahí se fueron sucediendo I was made for lovin" you, God gave rock"n roll to you y Rock and roll all nite, y claro, los presentes como locos.

Se temía que después del cuarteto hubiera desbandada general. Y sí, marchó gente, pero un más que importante número de espectadores se quedó en Mendizabala para cerrar la madrugada de la mano de Imperial State Electric. Pues acertaron de pleno los que decidieron esperar. Los de Nick Royale, más algún que otro invitado, clavaron su paso bajo el escenario de la carpa del Azkena.

El concierto empezó con un retraso considerable sobre la hora prevista pero esta vez el cansancio acumulado no hizo mella en el público, que gozó con uno de los grandes de la escena escandinava actual, que debería volver de inmediato al Estado con una gira por salas. Pero ya.