Vitoria. No es la primera vez que Karmele Jaio escribe cuentos en castellano. Aunque, en realidad, Heridas crónicas, la nueva publicación de la escritora gasteiztarra, no reúne cuentos escritos sino reescritos, una selección de sus relatos en euskera, que la propia autora ha traducido y, de alguna manera, pulido y redensificado.
Todo partió de una idea lanzada desde la editorial Ttarttalo. Comprobado el tirón de la traducción de su primera novela, Las manos de mi madre -del original Amaren eskuak-, la propuesta fue hacer lo propio con el libro de cuentos Hamabost zauri. Jaio se puso a la labor y comenzó a trasladar al castellano las historias, pero se encontró con que había relatos -algunos fechados en 2003- que se alejaban demasiado de su trazo actual.
¿Por qué no probar a trasladar los que realmente sentía que eran más próximos a ella? La solución estaba muy cerca, tres años después de Hamabost zauri. Fue entonces cuando Karmele presentó Zu bezain ahul, su segunda colección de narraciones cortas. Así que, reuniendo piezas de una y otra publicación, la escritora ha reunido hasta veintiún cuentos, dos decenas de apósitos de tinta.
A Karmele le ha costado elegir. Buena prueba de ello es el mismo título, Heridas crónicas, que pertenece a uno de los cuentos que se integraba en la selección inicial y finalmente se ha quedado fuera, como huella de un proceso en el que también se han añadido dos piezas más, ajenas a sus libros, Ecografías -fruto de un proyecto sobre el Día de la Mujer- y Deberías estar orgulloso, publicada en un diario.
Hay piezas que, en el traslado idiomático, menguaban su espíritu. Otras que realzaban su esencia. Lo que Karmele tuvo claro en todos los casos es que "la traducción literal en castellano siempre sonaba fatal", así que la traducción se ha tornado, como en el caso de Amaren eskuak, en un proceso creativo más que en un mero traslado de textos.
De todo se aprende, además, y ahora que Karmele Jaio siente predilección por libros que hablan de libros, de escritura, de oficio literario, este trabajo le ha servido, a la par, como revisión de estilo, percatándose de que, en sus inicios, se escondían pecados de obviedad, de excesivo subrayado, mientras que lo que realmente le ha interesado, con el tiempo es sugerir, ocultar.
Porque Karmele Jaio prefiere leerse en el vacío blanco que conecta las letras, en esas "palabras no dichas" que mueven las tripas de sus historias. "Lo que decimos suele ser superficial, por eso elegí las heridas, por esas palabras que no se dicen", y que se convierten en las sensaciones que planean por toda la cartografía de su narrativa.
Mientras esta nueva edición comienza a mezclarse con las baldas en castellano, ¿cuál es el presente de Karmele Jaio? "Ahora estoy leyendo, de repente me apetece escuchar", reconoce, ávida de reunir tiempo para devorar libros y volver a despertar el hambre de escribir. Sin objetivos concretos, cree que la próxima remesa puede llegar en forma de relatos. Es lo que pide la balanza tras su anterior pieza, la novela Musika airean, que podría traducir también a castellano. Y tiene por ahí poesías. ¿Quién sabe? Las heridas tienen múltiples formas. E infinito fondo.