Los nuevos tiempos están dando al traste con varias de las tradiciones que con tanta vehemencia hemos mantenido durante siglos. Algunas perdidas por completo, otras en fase de recuperación, la comunidad de la Almendra siempre se ha jactado de sus arterias encomendadas a los diversos gremios que han poblado la ciudad. Aunque ya no queden trabajadores como para completar estas calles por sectores, algunos perviven en el romanticismo de la elaboración artesana. Éste es el caso de Mikel Delika, maestro vidriero asentado en el número uno de la calle Chiquita, justo al final de Cuchillería.

Delika, con casi treinta años en el oficio, es de los pocos profesionales que quedan, dentro del sector, en los confines estatales. "Somos cuatro", afirma Mikel mientras disecciona la actividad que le ha llevado a mantenerse en este, aparentemente, limitado ámbito. Aparentemente porque según Mikel, todo un experto en la materia: "Hay mucho patrimonio y, en consecuencia, muchos vitrales (vidrieras de colores)". El problema es que se trata de una tradición que, como tantas otras, ha ido perdiéndose con el transcurrir de los años. La suerte para él, para Gasteiz y para el casco antiguo tiene nombre y apellidos. Y es que la Catedral de Santa María ha supuesto un perfecto complemento para la actividad de Delika. No en vano, es el responsable del Plan Director de intervención en el conjunto de vidrieras de la Catedral de Santa María de Vitoria-Gasteiz, junto Fernando Cortés Pizano, quien fuera su maestro en este arte. Se trata del primer estudio, en todo el Estado, de todos los vitrales de una Catedral.

La restauración del patrimonio es una de las bases del trabajo de Mikel, aunque en los nuevos barrios también se puede apreciar el trabajo de este maestro vidriero. La iglesia de San Joaquín y Santa Ana, en Salburua llevará su firma en los vitrales que la recubran. De igual manera, la Diputación Foral de Álava cuenta con dos techos conformados también por vitrales que llevan de la misma forma el sello de este maestro vidriero. Incluso los faroles de la mítica procesión pasan, de tanto en cuanto, por las reparadoras manos de Delika. El nicho que constituía lo privado se ha visto relegado a un segundo plano, ya que "se trata de un objeto de lujo", tal y como Mikel aclara.

Una sustancial aportación a la idiosincrasia de un casco antiguo que pervive en su esencia por artesanos como Mikel Delika.