EN ocasiones escuchamos alabar el modelo de televisión que hace la British Broadcasting Corporation, empresa de titularidad pública pagada por los impuestos que los ciudadanos abonan por la compra del televisor o radio, y que financia la mayor empresa pública de comunicación de Europa. Esta admiración por el modelo inglés que suele llegar al papanatismo quiere resaltar lo que los profesionales de la radiotelevisión pública británica hacen, pero encubre una hipocresía cabalgante, ya que la veneración por la BBC como excelente sistema mediático se mezcla con la imposibilidad casi metafísica de copiarlo fuera de los límites insulares. El modelo se asienta en principios organizativos que puede seguirlos hasta la emisora de televisión de mi barrio y para ello hay que tener coraje y voluntad política y son: 1) Empresa de servicio público. 2) Independencia del poder ejecutivo. 3) Actuación mediática por criterios profesionales. 4) Rigor, confirmación y contraste informativo. 5) Búsqueda de la excelencia y calidad en el trabajo. 6) Defensa del estatus de empresa pública no cuestionada ni social ni políticamente.

Sobre estas líneas de organización se asienta el prestigio y dinámica del quehacer profesional de una empresa garantía de calidad, objetividad, honestidad y pluralidad informativa en el conglomerado europeo de los entes públicos, incapaces de generar un modelo homologado BBC. Principios de organización y comportamiento empresarial y comunicativo tan elementales que da sonrojo que no se cumplan en el resto de las emisoras radiotelevisivas públicas europeas. En cualquier caso, un ejemplo para marear la perdiz de la naturaleza y funcionamiento de lo mediático público y no corregir las escandalosas dependencias gubernamentales, apatías productivas y desidias informativas.