LA semana pasada se presentó en Vitoria-Gasteiz la segunda edición del festival de televisión y radio con el desafiante eslogan de La Tv es cultura, que pretende reivindicar un medio que todos criticamos pero todos consumimos desaforadamente. Joseba Fiestras, Arantza Lalinde, Javier Padilla y el animoso grupo de voluntarios que comandan se han empeñado en hacer del festival un referente de la industria productora y difusora española en el campo de la televisión. El lema busca provocar controversia, desempolvar viejos prejuicios de oficialistas popes culturales sin reciclar y centrar la atención en el más poderoso instrumento de acción cultural, por encima de museos, planes culturales y similares, que el mundo haya conocido. Los responsables del FESTVAL quieren responder a la arrogancia del responsable político que decidió dejarles sin un duro subvencionador con el peregrino argumento de que la televisión no era cultura. La cultura tiene en los mandarines de los departamentos correspondientes a los auténticos enemigos de la difusión y socialización de los planteamientos artísticos y estéticos de los creadores de nuestro tiempo. Y la imagen fija o en movimiento es la columna vertebral de nuestro ser cultural y comunicativo diario. Fotografía, cine y televisión más Internet son los elementos definidores de nuestra alma cultural.

La televisión, a pesar de los productos basura, llama diariamente nuestra atención con historias, mensajes publicitarios, narraciones que nos transmiten códigos de comportamiento individual y colectivo, ofreciéndonos producciones estéticas que convierten al mensajero en activo elemento cultural, le guste o no al visionario de turno con galones gubernamentales.

¡Suerte, FESTVAL, nos vemos el 31 de agosto en la capital de Euskadi!