Tiene Gasteiz fama de complicada entre muchos promotores musicales. No les falta razón en ocasiones. El público no responde como en otros lugares, dicen. Pero habría que puntualizar que no lo hace cuando, eso sí, hay que pasar por taquilla. La situación empieza a ser incluso estrambótica. No lo es tanto en la agenda habitual de los diferentes escenarios que en la capital alavesa trabajan cada semana (que, más o menos, cuentan con una asistencia fija, unas veces más numerosa que otras pero que es constante). El problema se hace palpable en las ocasiones especiales, por llamarlas de alguna manera.
Lo mejor en estos casos, de todas formas, es ir a los ejemplos prácticos. El más paradigmático de los últimos años, por la coincidencia del grupo, es el de La Quinta Estación. Diciembre de 2007, cita en el Buesa Arena, no más de 3.500 personas. Justo seis meses después, La Banca 2008 en la plaza de los Fueros, más de 10.000. ¿La diferencia? Uno era de pago. El otro no. Pero no hace falta irse tan lejos en el calendario.
Los recientes conciertos para celebrar la capitalidad de Gasteiz o el programa musical del Machete vienen a refrendar esa teoría de muchos promotores. Dicen, según los cálculos municipales, que unas 40.000 personas siguieron a Melendi en la actuación que ofreció el músico el pasado 22 de mayo en el parking de Arriaga. Y debe ser cierto a tenor de la cantidad de coches aparcados hasta en las medianas sin que nadie dijera ni esta boca es mía. Otros 5.000 estuvieron con Oskorri un día después en la Plaza Nueva (este dato es más que significativo teniendo en cuenta que la banda vasca había dado a lo largo de mayo cinco conciertos en Álava). ¿Qué caracterizó a los dos encuentros con el público? Eran gratis.
En el lado contrario, justo una semana después, Bill Wyman (todo un ex Rolling Stone) y el monstruo John Mayall protagonizaron un fin de semana lleno de blues en el Machete, plaza cerrada para que los conciertos fueran de pago. ¿Resultado? Pues, a pesar de la calidad de los músicos, el reparto de invitaciones, el sorteo a través de los medios de comunicación de entradas gratuitas y demás, no hubo manera de llenar el lugar ni de lejos. "No hace falta ser muy listo para saber qué hubiera pasado con el concierto de Melendi si lo haces bajo techo y pides 20 euros. En otra ciudad, de los 40.000 hubieran ido 20.000. En Vitoria, como mucho, 4.000 y con suerte". Así habla un promotor vasco que suele trabajar mucho en la capital alavesa y que expresa una opinión parecida a la de otros compañeros de profesión consultados por este periódico.
Ellos sostienen esa idea con cifras en la mano. Andrés Calamaro pasó por el Buesa Arena en otoño del año pasado dentro de una gira que colgó el cartel de completo en casi todas sus citas. ¿Y en la casa del Baskonia? No más de 3.000 personas para un recinto donde entran algo más de 9.000 y eso que "gran parte de la venta se hizo a través de Internet con gente de fuera de la ciudad". Lo mismo sucedió con David Bisbal en julio de 2007: tres cuartas partes del pabellón vacías. Y no es sólo cosa del recinto de Zurbano ni de la música moderna, sostienen los programadores consultados. Recuerdan, por ejemplo, el poco éxito que suelen tener los conciertos con artistas actuales en el Principal. Este mismo fin de semana ha pasado Ojos de Brujo por el escenario de la calle San Prudencio con un resultado más que significativo para un espacio con una capacidad máxima de 950 butacas (por no hablar, en Navidad, del paso de Sole Giménez).
"No hay que liarse ni con géneros ni con espacios, ni nada..., lo más claro lo tienes en la Orquesta Sinfónica de Euskadi", expresa con cierta sorna otro de los consultados. No anda desencaminado. De las cuatro capitales de Euskal Herria en las que actúa de forma regular la formación, Gasteiz es la única en donde no tiene lista de espera para conseguir abonos y donde más le cuesta llenar, y eso que donde toca (el Principal) es el escenario de menos aforo de los cuatro.
La lista se podría hacer más larga, pero el resultado, en casi todos los casos, sería el mismo. Si el concierto es gratis, el problema puede ser hasta un exceso de gente. Pero si hay que pagar (eso sí, no un precio simbólico como ocurre en casos como Santa María), la cosa cambia.