Madrid. El escritor y académico valenciano Francisco Brines ha ganado el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana por ser, en opinión del jurado, "un gran poeta metafísico", cuya obra "nos enseña a vivir" y está marcada por "el paso del tiempo". El galardón, fallado en el Palacio Real de Madrid y dotado con 42.100 euros, reconoce una aportación literaria relevante al patrimonio cultural común de Iberoamérica y España realizada por un autor vivo a través del conjunto de su obra.

Brines se alzó con el galardón tras un debate "muy reñido", dada la alta calidad de la obra de "los candidatos españoles", según reveló Luis Antonio de Villena, miembro del jurado, en una rueda de prensa.

Con voz pausada y desde un hotel de Segovia, horas antes de participar en unas veladas poéticas, Francisco Brines (Valencia, 1932) transmitió una lección de vida y su amor por la poesía. "El eco de la poesía es de orden espiritual y anímico. La poesía hace que uno viva la vida con más intensidad", subrayó el autor, una de las voces imprescindibles de la literatura del último medio siglo.

"Hay que vivir la vida con intensidad, teniendo en cuenta que la vida es gozo y es dolor; y la poesía educa la sensibilidad para vivir el gozo con mucha más intensidad y para vivir el dolor con mucha más nobleza, porque el dolor no tiene por qué ser negativo", subrayó el autor.

Para Francisco Brines, que lleva medio siglo escribiendo poemas, este premio es también "una elección del lector o de los lectores sucesivos" que ya han dado su voto a una poesía determinada y también, según Brines es la forma de que el poeta comprenda "el eco" que puede tener su poesía.

Académico de la Lengua desde 2001, Brines (Oliva, Valencia, 1932) ha defendido siempre la poesía "como ejercicio de tolerancia". Su trayectoria ha merecido también premios como el Internacional García Lorca y el Nacional de las Letras de España al conjunto de su obra.

En 1959 publicó su primer libro de poesía, Las brasas, al que siguieron títulos como El santo inocente (1965), Aún no (1971), Insistencias en Luzbel (1977), Musa joven (1982), El otoño de las rosas (1986) y Catorce poemas (1987). Su obra ha sido publicada en diversas antologías, entre las que figuran Espejo ciego (1993), La última costa (1995), Selección de poemas (1997) y Todos los rostros del pasado (2007).

El 19 de abril de 2001 fue elegido académico de la Lengua para cubrir la vacante del dramaturgo Antonio Buero Vallejo (sillón "X") e ingresó en la institución el 21 de mayo de 2006, con el discurso "Unidad y cercanía personal en la poesía de Luis Cernuda", uno de los poetas que más han influido en sus versos

"En su poesía no hay excesos verbales, sino contención. Nos enseña a vivir, porque es una reflexión continua sobre la vida", destacó Siles. Dentro de su generación, la de los 50, la obra de Brines representa "una línea de poesía elegíaca, intimista, cada vez más simbolizadora", que se inicia en la estela de Luis Cernuda con el poemario Las brasas (Premio Adonais 1959), una obra que supuso "un hito importante" pero que luego se vio superada por otras del galardonado, señalaba Jaime Siles.

En Palabras a la oscuridad, merecedora del Premio de la Crítica 1966, Brines se muestra ya como "el gran poeta metafísico que siempre ha sido", subrayaba Siles. Otro de los miembros del jurado, el escritor Luis Antonio de Villena, resaltaba "la voz elegíaca y meditativa de Brines".