Fantástico Sr. Fox hace del talento y la transgresión una cuestión de principios. Tras levantar algunos de los documentos fílmicos más estrafalarios y singulares de los últimos años, Wes Anderson, un iconoclasta cuyo cuerpo hubiera ardido en la hoguera del medievalismo fanático, alcanza con un filme de animación a la antigua, en un ejercicio de reivindicación de lo artesanal frente a la perfección gélida del mundo digital, su cumbre más deslumbrante, su película más fascinante, su grito más profundo. En síntesis lo que está en juego en el argumento de Fantástico Sr. Fox se debe a un objetivo claro: la reivindicación de la naturaleza frente al efecto uniformador de lo civilizatorio; la vieja llamada de la selva versus el corsé castrador de lo políticamente correcto.
Como acontece con las películas de Wes Anderson se exige del público el esfuerzo de doblegar la incredulidad y la voluntad de penetrar en lo inexplorado. Sin esas dos condiciones, el espectador saldrá huyendo. Pero si la mirada se perfila desde la curiosidad y la distancia, en Fantástico Sr. Fox verá habitar un magnífico testamento a favor de la imaginación y la libertad. Pero no estamos hablando de estos conceptos desde esa plataforma conformista que confunde lo infantil con lo inmaduro. Al contrario, poder palpar la imaginación y la libertad demanda un alto precio, el que están dispuestos a pagar los representantes de la fauna que recorre este filme, víctimas y verdugos de una biología que se reivindica en armonía con la llamada de lo telúrico, de lo genético, de lo ancestral.
Muchos ensayos surgen estos días sobre la creciente corriente narrativa del cine norteamericano, sobre ese puñado de cineastas sospechosos de sufrir el síndrome de Peter Pan porque en su cine la fantasía y la heterodoxia son monedas de curso. En este caso, Anderson además de rehabilitar el texto de Roald Dahl a fuerza de inyectarle corrosividad y humor en su interior, lanza un regalo envenenado a tanto seguidor fascinado por la chispa burbujeante y digital de Avatar. Hay más emoción y conmoción en las desopilantes aventuras de estos zorros decididos a reconciliarse con su naturaleza que la que aportan los gigantones deshidratados de ese mundo azul y virtual de buenos y malos.
Dirección: Wes Anderson. Guión: Wes Anderson y Noah Baumbach, basado en el libro de Roald Dahl. Doblaje original: George Clooney, Meryl Streep, Jason Schwartzman y Bill Murray. Nacionalidad: EEUU y Reino Unido. 2009. Duración: 88 minutos.