madrid. El realizador iraní Bahman Ghobadi sigue robando imágenes a su país y enfoca esta vez con su cámara clandestina el panorama musical underground de Teherán, con cuyas canciones elabora un dramático puzzle sobre la censura creativa titulado Nadie sabe nada de gatos persas.

Tras recibir en el Festival de Cannes el premio especial de la sección Un Certain Regard y pasar por San Sebastián, el director de Las tortugas también vuelan o Media Luna presentó ayer en Madrid esta película que estrenará el día 16 de abril y que sigue a una pareja de músicos que intentan volar a Londres para dar un concierto. Nadie sabe nada de gatos persas es la mejor manera que ha encontrado el realizador para dar voz al Teherán silenciado por las autoridades. "Irán no es el país rudo y violento que se conoce. Ama la cultura, la gente y la paz", aseguró.

Bajo la excusa de la tramitación ilegal de unos visados y pasaportes, así como la búsqueda de un miembro para redondear la banda, el filme va descubriendo las distintas grietas por las que se cuela la creatividad en un régimen opresor. "El 90% del arte que hay en Irán es clandestino, se ha tenido que esconder en sus casas y esperar a poder ver la luz", explicó ayer en la presentación de la película. Y, efectivamente, una de las grandes sorpresas de la película es la calidad del patrimonio musical que Ghobadi revela -hay más de 3.000 bandas clandestinas en Teherán-, que abarca todo tipo de tendencias con resultados sobresalientes, y que él mismo fue descubriendo sobre la marcha. "Esta historia me atrapó. Conocí a Negar y a Ashkan (la pareja protagonista) veinte días antes de que abandonaran Irán. Así que escribí la película en dos días y la rodamos en dieciocho", explica.

Y es que la idea original del cineasta era contar la historia de dos cantantes lesbianas en Teherán, pero se dejó atrapar por el doble juego que desarrolla en Nadie sabe nada de gatos persas: reivindicar desde un lenguaje prohibido pero conocido a uno igualmente vetado pero anónimo. "Si a los que somos reconocidos nos meten en la cárcel imaginad qué les harán a los desconocidos", dijo. "Como cineasta kurdo iraní y suní nunca he podido disfrutar de mi trabajo. El 90% de la energía la gasto para obtener permisos, doblegándome, mintiendo y machacándome", afirmó. "Antes tenía cuidado con lo que decía al promocionar una película fuera de mi país por miedo a las represalias. Ahora ya no", sentenció, y añadió: "Mi mujer Roxana -guionista de la película- ha estado cinco meses en la cárcel y ya nada me parece que pueda ser peor". Ghobadi es una de las voces más importantes del último cine iraní, junto a Abbas Kiarostami, el clan de los Makhmalbaf y Jafar Panahi. Pero lejos de amilanarse, con Nadie sabe nada sobre gatos persas, Ghobadi seguirá desafiando al régimen que gobierna su país. "De forma clandestina he enviado una copia de la película a mi país y me consta que ha tenido mucha aceptación", concluyó.