Definir lo indefinible. Nombrar lo innombrable. Dar palabra al silencio del in/sub/consciente. Son algunas tareas de la literatura y, sobre todo, territorio primordial de la poesía. Muchos allegados de Roberto Lastre no conocían la vertiente en verso de este escritor cubano, y la edición de Vapor del vacío (Arte Activo Ediciones) les ha descubierto, sobre el azogue del espejo que propone la página estrofada, esa otra forma que tiene de contar. De contarse.
Antes de su labor editorial, antes de sus novelas -sólo una, El tiempo de la vida, publicada-, antes de los cuentos que le incluyeron en diversas antologías latinoamericanas... "La poesía es mi pecado original", asegura Lastre, que en esta obra no compila obras sueltas sino que, a través de una idea inicial, vuelca un discurso alejado de estigmas y enraizado en "una base taoísta" que luego "organiza por intuición".
El poema ¿Soy? interroga desde la primera página al propio autor, que se define con pinceladas impresionistas desde las múltiples caras que le dan forma social y colectiva, desde todas esas formas en las que, realmente, no se encuentra la esencia que somos y sentimos, sino el reflejo múltiple que compone nuestro poliédrica imagen. A partir de entonces, su labor será "encontrar la belleza y la dicha sin pensar en la muerte ni en la vida", establecer una cartografía interior desde su exterior más inmediato, desde los detalles que ofrecen las situaciones y las cosas, guiándose por la luz de su improvisación.
Porque Vapor del vacío se conjuga como "un inventario poético de la cotidianidad tratando de cazar detalles de la vida en mi casa". Este ejercicio, de la rutina a la belleza, se ejecuta desde "la búsqueda de lo trascendental y de lo transubstancial", convirtiendo gestos y objetos en llaves -casi siempre llaves maestras- hacia la sensación, el pensamiento y el sentimiento.
Durante un año, Roberto Lastre ha acotado esta "alquimia interior" -que en el exterior del libro, en la portada, se viste de rojo y gris, fuego y metal- y ha construido este libro "observando lo que no se ve, buscando la utilidad de lo que no es" desde una singular purificación que se concreta en el título, en la metáfora que propone el juego de sus tres palabras. Porque "si hay vapor no hay vacío, pero sólo vemos ese vacío si algo lo rodea, si bordeamos ese vacío de lo cotidiano; el vacío no es más que una poesía que está ahí, innombrable".
En la arqueología de recuerdos y entrañas -desde lo inmediato hasta lo personal, desde lo global a su peculiar localismo individual-, Lastre ha encontrado un espejo. Y en el espejo se proyectan esos vapores sobre los que el Lastre-poeta escribe, "tratando de distinguirme, de identificarme, frente a mi alteridad, que es mi pareja". Y, de este modo, mirándose en los ojos ajenos, ha construido experiencias que se han ido proyectando las unas en las otras, intentando atrapar, al encontrarlos, esos "instantes que se separan del tiempo".
Lo circundante como catalizador de lo universal, de ese yo indefinible que, a fuerza de intentar reflejar verdades absolutas se recoge en la cosecha de Vapor del vacío, un poemario en el que este autor afincado desde hace años en Gasteiz se ve "a través de ella", a través del otro, en "una visión palpable de mi alteridad" que propone un goteo de esencias. ¿Qué poso queda al final de esta botella sin mensaje? "El poso es que se confirma que el tiempo debe medirse en intensidad y no en duración, confirma una forma de ver el mundo que no tenía tan clara", explica Lastre.
A través de la poesía, el autor se define para huir definitivamente de su definición, enhebra un hilo conductor del que tira hasta que la madeja desaparece para ofrecer golpes de vida en forma de trazos pictóricos. ¿Tendrá que ver que su pareja se dedica al lienzo? Lastre no se anticipa a la nada, como proponía Heidegger. Lastre explora en esa nada, desde los muelles diarios, intentando perder su apellido para volar más alto y alcanzar esos espacios a los que raramente consigue llegar la narrativa. Pero, cuando la narrativa lo logra, es inolvidable. "En narrativa, cada trabajo es un escalón, aquí he cerrado un ciclo con la poesía", reconoce.
"Apenas sabemos que existimos...", sentencia una línea de la poesía Domingo. "Por las mañanas, todo es costumbre, recordar el nombre de las cosas...", indaga, claro, Por las mañanas. "Antes de que diga sí ya lo he dicho...", disecciona El otro. Son sólo algunas nubes de este vapor cercado, que dibujan sensaciones efímeras borradas por una corriente de aire. O sensaciones eternas que se detienen en un vacío donde Lastre ha encontrado la mejor página donde escribir. La página que ha reabierto para leer en el poeta que siempre ha sido.