Cuando veíamos la película Casablanca soñábamos con viajar hacia allá y poder respirar la romántica, aunque decadente, atmósfera de aquella ciudad, mientras vivíamos alguna sórdida aventura. Y viendo cierto cine clásico americano -y no tan clásico- nos enamoramos, sin darnos cuenta, de New York. Con ciertas películas ambientadas en la gran manzana era inevitable no sentir deseos de volar hacia allá. Y deambular frenéticamente entre sus calles, barbilla apuntando el cielo, sintiéndonos liliputienses contemplando los rascacielos. ¿Y con la literatura? Si de chaval leías La vuelta al mundo en 80 días, 20.000 leguas de viaje submarino o Los viajes de Marco Polo estabas condenado a soñar con miles de aventuras en miles de países. Porque pensábamos que había miles? Por no hablar de las historietas de Tintín, o, más tarde, los cómics del aventurero Corto Maltés. ¿Y con el arte? Algunos de los impresionistas marchaban a inaccesibles países para traer consigo temas exóticos. Aquellas pinturas de Gaugin ambientadas en los mares del sur, hacían soñar a sus coetáneos con perderse por esas lejanas tierras. Y algunos lo hacían. Pero el afán de aquellos artistas no era incentivar el turismo, no. Pero? ¿y si hubiera sido así? ¿Tendrían menos valor sus obras? ¿Tiene menor valor la Capilla Sixtina por ser producto de un encargo? ¿O la obra de Barceló para la cúpula de la sede de la ONU? ¿Y la película de Woody Allen rodada en Barcelona?

Y por aquí cerquita y salvando las distancias, la muestra Vitoria, ciudad del cómic, inaugurada con ocasión del Festival de Cómic de Angouleme de 2010, tenía entre sus objetivos "vender Vitoria" en la cita. Se encargaron a una serie de dibujantes vinculados con nuestra ciudad una decena de cómics rodados en el Casco Histórico que mostraban los atractivos de nuestro noble centro. La materia prima fue aportada por Mauro Entrialgo, Santiago Orue, Alvarortega, Iñaki Cerrajería, Abarrots, Furillo, Ata, Nono, Simónides y Kini. De esa forma se conseguía un triple objetivo: difundir a nuestros autores, vender ciudad y reforzar el hermanamiento entre Angulema y Vitoria. La exposición, que fue producida en el idioma galo, se cedió a las instituciones francesas y ahora mismo está itinerando por diversos puntos de Francia.

Y el público vitoriano mostró interés en conocer esa muestra. Es por eso que desde el pasado miércoles y por espacio de dos meses, Villa Suso acoge ahora la exposición Vitoria, enclave de cómic. El título ha cambiado un poco, incluso los contenidos, porque el contexto ha cambiado y los objetivos no pueden ser los mismos. Ahora se trata de ofrecer a los visitantes locales y foráneos la oportunidad de conocer a nuestros autores mientras conocen diversos puntos de nuestra ciudad, recorriendo las calles en las que se ambientan sus historietas. Para ello existe un plano. Un plano "en clave de cómic". Turismo y cómic se combinan por primera vez en nuestra ciudad.