Madrid. A lo largo de cuarenta años, el periodista y editor Juan Cruz ha comprobado que a los escritores los mueve "la pasión y la vocación", pero "sobre todo los mueve el ego", ése que inunda su nuevo libro, Egos revueltos, porque "la envidia es uno de los grandes defectos del universo literario".
"Este libro no es un ajuste de cuentas, está escrito con nobleza. No he querido levantar heridas, sino cicatrizarlas", asegura Juan Cruz en una entrevista en la que habla de esta obra que ganó el Premio Comillas de memorias por haber sabido recrear el lado más humano y creativo de los protagonistas de la vida literaria hispanoamericana y europea de las últimas décadas. Publicado por Tusquets, Egos revueltos contiene el perfil de los innumerables escritores a los que Juan Cruz ha tratado en su doble faceta de periodista y editor, y refleja también su pasión por la literatura y por su oficio. Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Guillermo Cabrera Infante, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Susan Sontag, Günter Grass, Jorge Semprún, Ángel González, Rafael Azcona, Francisco Ayala, Severo Sarduy, Camilo José Cela, Francisco Umbral o Juan Marsé son algunos de los autores que evoca en su libro, escrito "a saltos, porque así funciona la memoria".
"Este libro explica mi vida", dice Cruz, que actualmente ejerce como adjunto a la dirección en el diario El País y que fue director de Alfaguara entre 1992 y 1998. El autor dedica buena parte de Egos revueltos a escritores que ya fallecieron. "Yo pertenezco a una generación que ha despedido a otra que fue muy importante: la generación de Ayala, Octavio Paz, Borges, Cortázar, Cabrera Infante, Onetti, Ángel González o Benedetti". Los escritores de la generación del autor, o más jóvenes aún, apenas salen, "salvo cuando es imprescindible" para recrear algún episodio.
En su faceta de editor, Juan Cruz ha visto de todo: "egos picudos, egos redondos, egos aguerridos, olvidadizos, reivindicativos y egos superlativos". Quizá "el mayor ego" que ha conocido el periodista tinerfeño es el de Cela, Premio Nobel de Literatura, "porque no tenía contrafuertes. Su entorno lo adulaba constantemente, le reía las gracias y eso a él le encantaba". Sin embargo, el autor de La colmena era "un hombre muy solitario y mucho más sentimental y vulnerable de lo que parecía. Era un tímido y vencía su timidez con arrogancia", afirma Cruz. El ego de Umbral también era poderoso y, "excepto su mujer, María España, que es extraordinaria, todos los demás lo adulaban. Exigía siempre un trato especial con él", rememora Cruz, que también dedica espacio en su libro a otro "gran ego", el de Octavio Paz. Mario Benedetti, con el que Cruz tenía una gran amistad, pasaba por humilde, pero "tenía un ego muy grande", y lo mismo le sucedía a Onetti, por mucho que la gente pensara lo contrario. Escaso es, sin embargo, el ego de Miguel Delibes, que "se ríe de la solemnidad" y "un individuo cuya soledad es un símbolo contra la sombra alargada del ego". Y tampoco pecaba de egocéntrico Torrente Ballester, que era capaz de reírse del sí mismo".