MAITE cree en las historias. Porque, por mucha estereoscopia tridimensional, por mucho efecto y digitalización que inocules a un guión flojo, éste no dejará de serlo. El que va contando su trayectoria ha tenido muchos nudos que ha sabido desatar. Y que le llevan, dentro de unos días, a un desenlace de hija pródiga, con el premio que le dedica Zinemastea. "Es un premio muy especial, sobre todo porque es el primero que me dan en Vitoria. Es el primer premio que me dan en mi casa, o sea que fíjate si es importante para mí, es importantísimo".

La balda no estaba precisamente desierta. Entre otros, dos cabezones la alimentan desde hace tiempo, de la mano de El regreso del viento del norte (1995) y ¡Qué vecinos tan animales!. "Bueno, sí, la verdad es que pasa a formar parte de todos esos premios que te tocan mucho el corazón. La verdad es que no sé si pesa mucho, lo digo por la balda, pero no importa (risas). Es verdad, hay algunos que sí que pesan".

¿Fueron esos dos Goyas los momentos clave de su carrera? La realizadora gasteiztarra niega el clímax. Las historias, y más en la animación, se fabrican día a día, segundo a segundo. "¿Momento clave? Al final la vida es una fila de momentos, y en cada uno de ellos, cómo lo resuelves, cómo aprovechas ese reconocimiento determina todo lo que va a suceder después. Cada uno de los Goya ha sido un espaldarazo fuerte, que muchas veces tiene más que ver con la fuerza que te dan, con el continuar, con el seguir adelante. Porque esto es muy duro. Parece que la gente solamente ve los momentos estupendos, los que coinciden con un premio. "¡Qué bien te lo tienes que pasar!". Pues no. Hay momentos muy duros, difíciles, y cosas que no salen adelante después de haberles metido una cantidad de trabajo alucinante, que es algo que no se conoce de este trabajo".

Un trabajo siempre por adelantado, con largas preproducciones aventureras que a veces no cuajan en el negativo. "A veces, después de tres años dándole trabajo y dinero a algo, al final no sale. Hay momentos de todo. Los premios, lo primero que hacen, es ponerte una venda, una tirita en esas heriditas que te vas haciendo por el camino. Son una cucharada de medicina, un "adelante, que ya ves que a veces las cosas salen". Y luego hay algunos con el componente económico, porque prestigian la producción y, automáticamente, eso te abre la puerta a que te la compren televisiones o a que la puedes meter mejor en el mercado internacional".

Pero siempre se vuelve a la historia. Antes del premio. Antes del mercado. Antes, incluso, de trazar una sola línea. "Cuando empezaba la historia del vídeo, todo el mundo tenía que hacer efectos especiales, todo se tenía que mover mucho. Poco a poco la tecnología nos va ayudando a hacer cosas que antes eran impensables, pero el avance sigue siendo la historia, y la tecnología tiene que estar al servicio de las historias, no al contrario. Cuando las cosas son muy recientes tendemos a hacerlo al revés. "Voy a hacer esto porque está de moda, fíjate qué posibilidades tiene". Yo creo que esas cosas hay que posarlas".

"Una buena historia, una historia sólida, una historia que emocione, que te cuente cosas, que te diga algo, que tenga magia, que te enseñe...". Una historia capaz de traspasar fronteras sociales y emocionales, como las que le valieron dos medallas de Oro y una de Platino del Festival de Cine Independiente de Houston, y una medalla de Plata en el Festival Internacional de Televisión de Nueva York. "Una historia, si está bien contada... La cultura está tan globalizada en este momento como para que podamos entender una buena historia contada en cualquier idioma o clave cultural. Somos capaces de apreciar una historia que nos cuenta un norteamericano, pero también la de un chino, un japonés, un europeo. De eso sí que me preocupo, de que estén contadas para que pueda entenderlas cualquier niño de cualquier país del mundo. Y yo creo que eso lo estamos consiguiendo, porque las producciones que hemos hecho se han venido en ciento y pico países. Y se han entendido".

En la conversación, acaba por emerger -inevitablemente- uno de los grandes: Hayao Miyazaki, responsable de Mi vecino Totoro o El viaje de Chihiro. "Sí, estaba un poco pensando en él cuando te he dicho lo de japonés. Yo lo disfruto muchísimo, y lo he visto con mis hijos y les ha encantado. Es un ejemplo de alguien que sigue apostando por las historias, porque tampoco se ha dejado volver loco por el tema del 3D y, ahora mismo, por la estereoscopía, que están muy bien y, por ejemplo, con Pixar, tienen auténticos maestros en ese arte. Pero él hace animación tradicional".

Para tradicional su visita a los Goya. Hace tiempo que es académica. Y la sensación de la butaca le es familiar, aunque esta vez le tocó aplaudir. "Iba muy relajada, muy tranquila. Estaba claro que era un premio para Planet 51, que era su año. Donde he tenido más nervios y más sensación de lucha ha sido por las nominaciones. Ahí sí que estaba tensa, nerviosa. Había cuatro pelis que no entraron en la nominación y con más presupuesto que Animal Channel. La lucha era esa y de verdad que estaba complicado. Cualquiera de las que se quedaron fuera podían haber competido perfectamente". La gala, con esa premisa, la vivió como un show. "Una vez que estuvimos allí estábamos relajados, disfrutamos. Tuvo la dimensión de un espectáculo. Hace muchos años que soy miembro de la academia y, ahora mismo, creo que puedes sentarte y verlo. Dos horas y pico son unas dimensiones aceptables. Buenafuente lo hizo bien y, para mí, la primera parte igual fue más entretenida. Con Almodóvar estaba todo el mundo pendiente del chiste, imaginando un disfraz... Y, cuando apareció, la sorpresa fue total. El año que viene será todavía mejor, porque son los 25 años y estaremos allí también, espero que nominados. Por lo menos nos pelearemos por ello".

Sin Goya que la apoye, Animal Channel tiene, sin embargo, mucha vida. "En su momento se estrenó en salas y después ha ido haciendo campañas escolares. Por ejemplo, en Extremadura han ido casi cien mil espectadores de centros educativos. En Madrid se está haciendo. En Vitoria se hará con Zinemastea. Lo han hecho en Bilbao, en Donosti... Poco a poco está recorriendo diferentes comunidades, diferentes ciudades. Dentro de poco empieza el FIC, un festival de cine de animación en Guadalajara (México) y nos la han pedido por el contenido educativo y por el trabajo que hacemos con guías didácticas. Este tipo de películas no es tanto una explosión que en cuatro semanas hace todo lo que tiene que hacer y desaparece, sino todo lo contrario, un ponerse en marcha, y el recorrido dura meses y meses y meses...".

Como un libro, que, en breve, prepara nuevos capítulos. "Trabajo en El tesoro del rey Midas, continuación de Animal Channel. Cuenta una aventura, cuando ya son famosos reporteros, que viven fuera del canal. Esperamos estrenar este año, estamos dándole duro a la producción". En paralelo, Maite prepara un proyecto sobre los Derechos Humanos de los niños, resumidos en diez principios. Cinco autores extremeños -Isaac Rosa, Eugenio Fuentes...- y cinco vascos -Juan Kruz Igerabide, Toti Martínez de Lezea...- escriben ya los cuentos que alimentarán guión y diseño.

En la clausura de Zinemastea hay más tiempo que en los Goya. Maite no tendrá que contravenir a Alex de la Iglesia en su dedicatoria. "Me acordaré de mis padres, que además estarán ahí, encantados de la vida. Les va a hacer una ilusión muy grande". Maite prepara el mejor guión. Mientras sigue la historia.