Hace unas semanas publiqué un cómic en la revista TMEO que bien podría haber tomado forma de columna escrita. El protagonista era un alcalde que estaba muy molesto por los elevados gastos que le ocasionaba tener que limpiar continuamente las pintadas y graffitis "ilegales" de su ciudad. El tío, después de pasarse unas viñetas pensando, encontraba una solución: contratar a los graffiteros para que decoraran la ciudad. De esa forma, los mantenía ocupados, "desactivándolos". Y, además, se ahorraba un dinero, a la par que quedaba muy bien ante la opinión pública apareciendo como un mecenas del "arte urbano". Me viene esto a la cabeza porque ahora mismo estoy en Madrid y me acaban de decir que su Ayuntamiento va a ceder un inmenso local a un colectivo del barrio de Lavapiés para que éste organice en él -se trata del antiguo edificio de Tabacalera- actividades culturales. El Consistorio madrileño iba a crear en el inmueble un nuevo centro cultural, pero con aquello de la crisis, parece ser que la cosa va para largo, y, estando el edificio abandonado, temen que los "ocupas" entren en dicho espacio. Así que antes que suceda eso, prefieren cederlo. No deja de ser, por tanto, un caso de "ocupación" consentida. Obviamente el Ayuntamiento habrá hecho cuentas, llegando a la conclusión de que el precio económico y político de "dejarse ocupar" es menor que el que pagas si te ocupan sin consentimiento. Y han podido elaborar ese balance porque anteriormente ya han vivido múltiples experiencias -desafortunadas para ellos, muchas de ellas- de desalojo por la fuerza de espacios "ocupados". Como sucedió con el Patio maravillas hace unos meses: los vecinos del barrio se manifestaron por las calles para protestar por la desocupación de este patio en el que se desarrollaban múltiples actividades culturales.
Es curioso que los ciudadanos defiendan muchas iniciativas culturales que se desarrollan al margen del oficialismo institucional. Y más aún cuando vemos que estas iniciativas no pueden competir en calidad y en pretensiones con las públicas, con las que se gestan desde los grandes museos y centros de arte. Será quizá porque aquellas se sienten como actividades que surgen de la calle, del pueblo, de la ciudadanía. Y éstas, las públicas, se perciben como las actividades que se gestionan por el poder. No nos podemos olvidar que la cultura es un bien común, un bien inmaterial, pero nuestros políticos cada vez están más obcecados en demostrar que ellos no lo ven así, que la cultura sirve para generar dividendos para las ciudades, o para adoctrinar a sus futuros votantes.
Y hoy se inaugura en Zuloa una exposición de camisetas. De camisetas realizadas por ciudadanos. Y por artistas. Que también son ciudadanos. Se trata de una iniciativa gestada gracias al trabajo y la ilusión de un grupo de personas pertenecientes a la Asamblea Amarika. Han puesto bote para organizarla. Y han conseguido implicar a más de 100 personas.