En su origen, Número nueve era un cortometraje que fascinó por la humildad de sus recursos. Estaba habitado por muñecos de trapo de escasos medios y alta expresividad. Y mostraban un trabajo breve y una historia viva suficiente para reconocer que su autor, Shane Acker, responde a ese ADN propio de los animadores de pura sangre. Son una raza aparte. Gentes como Lasseter y Miyazaki ahora, o como Avery, Disney y Tezuka en el pasado reciente. Autores apasionados capaces de crear ilusión con un lápiz, un puñado de objetos y una simple cámara.
Tim Burton, a quien ahora uno de los templos del Arte Contemporáneo de Nueva York, el MoMa, lo reconoce como uno de los grandes, se percató al instante de la valía de Acker. En consecuencia, su respaldo como productor no tardó en ejecutarse, lo que nos previene de que Número 9 es cine de animación con un plus añadido: ambición artística. Y ciertamente hay talento en la historia de 9 pinochos que, tras la muerte de su Gepetto humano, viven la pesadilla del apocalipsis de la humanidad.
Todo acontece en un escenario post-armageddon, a medio camino entre los episodios de Animatrix y la saga de Terminator. Sólo que, en este universo, todo adquiere un tono marcadamente infantil y ambiguamente ingenuo. Número 9 se comporta como esos bombones rellenos de whisky. O sea fantasía y mundo de fabulación por fuera y alegoría sobre un mundo que desaparece por dentro.
De cualquier modo es un regalo para todos los públicos, cuyo talón de Aquiles no descansa en lo que es, sino en lo que podía haber sido. Ese hipotético horizonte al que Acker podía haber llegado estaba más en el lado de animadores que practican un cine más adulto, oscuro e inquietante que en el que puede estrenarse en las fechas de Navidad. Pero Acker, y quienes le han producido, prefirieron no correr riesgos y, aunque en la historia de esos nueve personajes enfrentados a una terrible máquina letal se inscribe un abanico de la tipología humana, de sus ambiciones y miserias, de sus fanatismos y heroicidades, el filme busca equilibrarse entre lo que late y lo que se agita en primer plano. Dicho de otro modo, estamos ante una delicia industrial con alma de artesano.
Dirección: Shane Acker. Guión: Pamela Pettler; basado en un argumento de Shane Acker. Doblaje original: Elijah Wood, John C. Reilly, Jennifer Connelly, Crispin Glover, Martin Landau y Christopher Plummer. Nacionalidad: EE.UU. 2009. Duración: 104 minutos.