el tiempo de las fusiones televisivas ha llegado como inesperado regalo navideño en estos tiempos de crudo invierno llamando a nuestras puertas. El maravilloso negocio televisivo ha necesitado dos décadas para instalarse, desarrollarse y ahora reducirse porque la pasta es limitada y es mejor repartir el mercado y dejar lo de la libre y espontánea competencia para otros tiempos de mejor climatología financiera. El consumo audiovisual se ha instalado en nuestras vidas como si fuese un bien de primera necesidad, al que debemos dedicar un mínimo de doscientos minutos cada día para que puedan salir las cuentas comerciales y los accionistas sean felices cortando el cupón. Ya se anuncian fusiones a dos bandas en el campo de la televisión privada. Los dos grandes, Telecinco y Antena 3, ya han elegido novia para el baile. Los italianos de Mediaset se van con los de Polanco, que no viven los mejores momentos de su historia ya que tienen una deuda millonaria que no la aguanta ni la banca Morgan. Los del bibliófilo Lara se encaman con los progres de la Sexta que pelearon por abrir el horizonte de la televisión a más operadores y ahora necesitan urgentemente aliarse y repartirse el pastel, no vaya a ser que entre bajón publicitario, ciclo económico de crisis azotando a todo el personal y otras zarandajas de coyuntura complicando la situación, pongan en riesgo la gran operación de futura venta escondida desde su nacimiento y ya cantada en esta columna. Tiempos de fusiones, de tiburoneo bravío con una magna operación de concentración empresarial que alimentará las respectivas arcas, pero tengo mis serias dudas de que agrande la necesaria libertad y pluralidad informativa, a riesgo de convertirnos en clones troquelados por los manejos de un italiano y un catalán con tipos como Murdoch esperando la oportunidad de entrar en la bañera y hacerse con el botín. Los negocios son así. Gabon eta urte berri on!
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