Vitoria. En demasiadas ocasiones, el ojo sólo aprecia los grandes formatos. Fotografía, pintura, escultura, instalación... parece que si no es grande, no es interesante. Y además tiene que ocupar porque el vacío es espacio infrautilizado. Al igual que el silencio, no sirve. Es más, lo sencillo se tiende a confundir con lo simple, como si no tuviera importancia o contenido. Pero en contra de ese pensamiento más extendido de lo que pudiera parecer en un mundo donde lo macro es lo imperante, hay muchas más veces en las que menos es más.
Ejemplos los hay muchos si se quieren buscar. Desde ayer, la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa tiene abiertas sus puertas a uno de ellos. Y así lo hará hasta el próximo 4 de febrero de 2010 de la mano del Proyecto Amarika. Se presenta bajo el curioso título Acontecer tonto, un paraguas nominal tras el que se esconde un diálogo creativo entre los jóvenes artistas vascos Elena Aitzkoa y Raúl Domínguez que ya espera a un interlocutor necesario para que todo tenga el sentido esperado, el público.
La muestra es una de las iniciativas por las que Amarika ha apostado a través de su buzón de proyectos, una fórmula que está sirviendo a diferentes creadores para encontrar una ayuda ágil y cercana para poder realizar sus propuestas o enseñarlas. En este caso, además, ese empujón se realiza a dos jóvenes autores (de Apodaka ella y de Bilbao él), una tónica que también se mantiene en otras líneas de actuación como Inmersiones. "La cantera local es muy importante para nosotros", señaló ayer la diputada de Cultura, Lorena López de Lacalle.
En ese marco se inscribe un planteamiento artístico sobre el espacio y la distancia entre la obra y el público. Por un lado se encuentran los dibujos de Domínguez. Por el otro, las esculturas de Aitzkoa. Cada uno ha actuado por su lado, aunque sus piezas no han cobrado el significado buscado hasta encontrarse entre ellas y desde ahí con la sala donde ahora se exponen.
Ambos se conocen desde hace tiempo, desde que se encontraron estudiando. Pero reconocen que sus formas de expresarse son diferentes, aunque no antagónicas. Lo que les une, y esta muestra es el más claro ejemplo, es una preocupación común, una mirada al espacio.
Aquí no sólo la pared llama al público. También el suelo. Cada obra está dispuesta con toda la intención. La relación con los objetos y con las personas es la guía sobre la que han establecido este mano a mano, una conversación que, de hecho, ellos mismos aceptan que puede cambiar.
La herramienta de Domínguez es el dibujo. Su inspiración pasa por el paisaje urbano, "por la forma que tiene la gente de distribuirse por el mundo", comentó el creador vizcaíno, que en los últimos tiempos ha estado viajando entre Tenerife, Valencia y Oporto.
Aitzkoa, por su parte, opta por pequeñas esculturas que, en realidad, son construcciones conformadas por pequeñas partes, desde libros hasta cajas de cartón pasando por diferentes materiales que cualquiera puede tener al alcance de la mano. "Pero su significado está suspendido en el tiempo a la espera de que cada uno le dé el suyo propio", apuntó la autora.
"Son artistas jóvenes y frescos, como su propuesta", describió Anabel Quincoces, miembro del Consejo Amarika a la hora de presentar la que es la última exposición de este año.