¿Vendrán abrigados, no?
Sí (risas). Venimos de Logroño así que lo traemos puesto.
¿Trabajar en estas fechas es un fastidio o es que la danza es una pasión que no conoce las cuestiones propias del calendario?
No, no conoce el calendario. Además, son las mejores fechas para ir al teatro y disfrutar de un espectáculo de danza, que es algo que llena y eleva el espíritu.
Acude junto a la compañía que lleva su nombre para presentar tres coreografías en las que el público encontrará...
Es un programa muy variado. Empieza con una obra creada por Balanchine que se llama Who cares?, que es una pieza en tono de jazz con música de Gershwin, una creación muy ligera, alegre y divertida. Después sigue con un ballet titulado Clear, con música de Bach y autoría de Welch. Fue generado para el American Ballet cuando sucedió el terrible ataque de las Torres Gemelas. Y termina con una pieza que he coreografiado yo por primera vez para la compañía que se llama String sextet con partitura de Tchaikovsky. Es una pieza que describe muy bien cómo está en este momento la energía y la técnica del grupo. Ha sido posible gracias a la colaboración con los bailarines porque en muchos momentos yo les he pedido si podían hacer un giro o un salto y ellos no sólo lo hacían si no que lo triplicaban.
Bailarín, coreógrafo y desde hace algo más de un año, por así decirlo, empresario de la mano del Corella Ballet. ¿Hay muchas diferencias o los tres Ángel conviven bien?
Los tres tienen la misma pasión, que al final es lo más importante. Aunque es una compañía joven, los bailarines que la componen tienen una importante trayectoria profesional detrás. El trabajo ha consistido en crear un estilo propio y en muy poco tiempo lo hemos conseguido gracias a las ganas y el esfuerzo. Y el grupo se ha convertido en una de las mejores compañías del mundo. Eso no está dicho por nosotros, lo dice la crítica. Encima tenemos unas expectativas tremendas para 2010. Nos vamos a hacer una gira por Estados Unidos y también iremos a Bombay, Brasil y Japón. Cada vez estamos cogiendo más peso e importancia.
Ante todo ese volumen de trabajo y dentro de esas tres caras de la misma moneda, ¿en cuál se siente más cómodo?
A cada faceta me voy amoldando según el momento. Hombre, la cara de bailarín es más fácil porque es para lo que me he formado toda mi vida. Tengo un bagaje que me hace sentir muy cómodo en el escenario. La etapa no de empresario pero sí de alguien que tiene que estar mirando cómo conseguir dinero y esas cosas tiene también sus cosas. Lo que pasa es que, por desgracia, el dinero en la danza clásica nunca sobra.
Y en época de crisis, peor ¿no?
Siempre es el patito feo de las artes. Sigue estando muy poco apoyada. Nosotros tenemos la suerte de tener detrás a la Junta de Castilla y León y otras entidades e incluso personas privadas.
Ángel Corella hace mucho que no es ningún desconocido. De él se espera siempre algo más. ¿Mucha responsabilidad?
No. Siempre que he bailado lo he hecho pensando que el público espera el mejor espectáculo que yo les puedo ofrecer. Esa responsabilidad es energía positiva. Pero ahora la exigencia, por decirlo así, recae en toda la compañía, porque no es el grupo de Corella, es una formación para y por España.
¿Cuál debe ser la característica propia de esta compañía?
La calidad técnica y artística. Con la danza clásica se comete un grave error en nuestro país y es que se piensa que está pasada de moda. Muchas compañías y coreógrafos de danza contemporánea se han encargado de transmitir eso, de decir que el público ya no quiere saber nada de nosotros. Pero todos los grandes teatros del mundo tienen una compañía de danza clásica dentro de su estructura. Igual es que todo el resto es muy tonto y nosotros muy inteligentes. No, yo creo que eso no es así. Ese tipo de ideas son un tanto estúpidas.
Tal vez lo inteligente sería saber disfrutar de los dos géneros.
Exacto. Además, nosotros, con la compañía, no sólo estamos haciendo ballet de repertorio clásico. Pero no todo vale como entienden algunos del contemporáneo. Que una persona ruede por el suelo o haga cualquier chorrada sobre el escenario no significa que a lo que hace se le pueda llamar danza. Me parece una falta de respeto incluso para el público.
Por cierto, ¿le quedan ganas para ir al teatro y ver más danza?
Sí, claro. Además, uno siempre trata de ver qué se está haciendo en otros sitios.
Cuando echa la vista hacia atrás y mira todos los escenarios que ha pisado y los reconocimientos que le han dado, ¿piensa en que todavía le quedan cosas por demostrar?
Sí. Cada día es empezar casi de cero. Hay gente que utiliza los premios como un carnet de identidad, se cuelga de ellos y piensa en que sólo por tener un determinado premio le deberían dar una compañía o que ya lo tiene todo hecho. Pero uno tiene que tener la humildad para, cuando se pone a trabajar, dar lo mejor de sí y saber que es tan importante el bailarín que está en la última fila como el que se encuentra en la primera. Yo podía haberme quedado en Estados Unidos y haberme forrado. Pero quiero luchar por este proyecto.