Vitoria. Esta semana ha habido sobredosis de gimnasia en muchos hogares alaveses. Hay que acudir al teatro con los abdominales entrenados si uno no quiere sufrir de risa con Faemino y Cansado, que inician hoy en la capital alavesa su clásico doblete de actuaciones, un clásico de viernes y sábado que, visto lo visto -las entradas se agotaron en una hora- se queda corto.

Y es que la fidelidad es un rasgo clave entre los incondicionales de este tándem. Si a uno le gusta la propuesta de Faemino y Cansado, le gustará siempre, ya que su humor es siempre el mismo, una suerte de filtro desde el que la realidad se observa deformada, absurda, ridícula y, a la par, divertida.

La combinación es perfecta. La desatada gestualidad de Faemino -es imposible encontrar una instantánea de una actuación en la que no se encuentre en plena pantomima- y la mesura de Cansado, la abigarrada interpretación de Faemino y la escultura de la palabra de Cansado. Dos roles que se retroalimentan, que respiran en los tiempos muertos del gag desde la improvisación. Dos roles eternamente -y casi siempre mal- imitados por el gremio del humor.

La receta de la dupla madrileña se sirve por primera vez esta noche, a partir de las 20.30 horas, y repite mañana con el mismo horario. Fueron hasta tres las sesiones que el dúo ofreció en su anterior visita a Gasteiz, con el espectáculo Son dos como estandarte. Con los mismos apretones -en cola, cajero, teléfono y on line- para hacerse con una entrada, con un pasaporte a la risa.

En esta ocasión el espectáculo se titula Parecido no es lo mismo, una frase que define a la perfección el trabajo que durante más de diez años mantiene en lo más alto de la carcajada a Carlos y Javier, estos dos dueños del humor -de su humor- que conquistaron a los televidentes de los años noventa con El orgullo del tercer mundo, entre corderos y Kirkegaards.

Nada más comenzar, el público ya suele echarse a reír. Faemino y Cansado parecen estar bronceados con el elixir de la carcajada y en ningún momento la duda de la interpretación surge en el espectador, que empatiza de inmediato con la propuesta. Y es que, cuando salen al escenario y comienzan a hablar, parece que nadie estuviera allí, que la platea se hubiera colado en una conversación y que están charlando de lo primero que les pasa por la cabeza en ese momento.

Es la virtud adquirida de esta entente única, que con el espectáculo de su carrera volverá a demostrar que su plus es manejar como plastilina el cómo y el qué, desbaratar la lógica para proponer una realidad mucho más apetecible, la que se conjuga riendo.

"Soy el señor John O´Bryan". "Decídase, o John o Bryan". La carcajada se acumulará una vez más, hoy y mañana, en las bocas del Principal, que al volver a casa se relamerán con lo vivido y rumiarán esos gags que no ha dado tiempo a disfrutar en la vorágine. Faemino y Cansado vuelven, con ese cartel de completo que se les reserva una y otra vez, como un segundo apellido, como un tercer nombre. Parecido no es lo mismo ya se acerca. Y, como siempre, Faemino y Cansado triunfan sin pisar el teatro.