CON treinta y tres años ha espoleado los estereotipos, ha dado una patada a los mitos y se ha lanzado a la sima más profunda y difícil, subiendo luego a la cúspide de la montaña sin dobles saltos mortales. Definida como una de las mejores improvisadoras de la historia, esta hernaniarra cree que la mujer todavía avanza a trompicones en el mundo del bertsolarismo donde ella da ya zancadas a ritmo de oro olímpico.
Como buena hija del viento y consumada velocista, capaz de disparar palabras cómplices que lleguen directas al corazón, se declara tímida aunque luego mire a los ojos a su interlocutor. Incapaz de hacer teatro, ni de ser maga, titiritera o payasa, subirse a las tablas no le garantiza la extroversión. Por eso, cuando se expone y canta, asegura que lleva puesto el disfraz de bertsolari. No tiene nada que ver con su miedo al riesgo, ni con su deseo de apostar fuerte sino con "la legitimidad para arriesgar de las mujeres", declara.
Es aquí uno de los escasos momentos en los que exhibe su discurso feminista, ése en el que a priori los hombres están legitimados para bromear, meter la pata y hacer el ridículo... pero que es un terreno vedado a una mujer que quiere entrar en un plano público y competir con los mejores, obligada a hacerlo mejor que bien porque siempre se le exige el doble.
A las hijas del viento tampoco les importa la indumentaria para saltar a la pista. Da igual llevar pearcing, txapela, tacones o minifalda, lo importante es echar buenos versos. Licenciada en Bellas Artes, su vida se sufraga picoteando de aquí y de allí, cobrando un poco por las actuaciones, realizando encargos, traducciones, versos escritos y recogiendo documentación y contrastándola. Pero ahora, con el refrendo de saberse la mejor, de saberse la única mujer que ha batido en duelo a Siete magníficos y les ha ganado, acumula ya todos los números para costearse su porvenir sin picoteos.
A metro y medio del suelo podría parecer que levita pero sólo hace su trabajo sin estar subida a ningún púlpito. Ejerce su ministerio sin miedo escénico, sin vértigo que le haga girar un pabellón con 14.000 espectadores y conquista a la parroquia sin homilías pero con mensajes llenos de contenido. Una mensajera de la palabra, capaz de disparar argumentos dialécticos en pocos minutos delante de miles de personas. Por eso la hija del viento es una deportista de elite pero es también esa funambulista de la palabra que se columpia en cada letra y hace el pino-puente en cada sílaba. A veces, asemeja una maratoniana que bate en largo recorrido sus argumentos y otras, recuerda a una sprinter alcanzando la meta en el momento dialéctico justo y preciso.
Pero llegar hasta aquí y tocar el cielo con las manos no ha sido un sprint sino una carrera de fondo. Doble campeona interescolar de Gipuzkoa (1991 y 1994) y ganadora del certamen de Gabiria Osinalde Saria en 1992, rápidamente se hizo un hueco en las actuaciones más importantes. A pasitos cortos y a zancadas ha endurecido su cerebro y ha ejercitado sus músculos mentales. Ver mundo también le ha ayudado y, pese a su juventud, es ya una empedernida viajera que ha hecho algunos de los viajes de Pangea, habiendo visitado Estados Unidos, Argentina, Jordania, Rusia o Australia.
Ayer a su ama, a Ixiar Zugasti, le pasaría como una flecha aquel día en el que Maialen participó por vez primera en el Campeonato Nacional en 1997 llegando a la final, o aquel otro en el que fue subcampeona (Txapelketa Nagusia 2001) después de jugarse el primer puesto en un mano a mano con Andoni Egaña.
Modelo de entendimiento entre generaciones, a lo largo de estos años, Maialen Lujanbio ha acreditado ser joven pero sobradamente preparada e irrumpe con energía en un mundo que revitalizó Xavier Amuriza, uno de los grandes responsables del resurgimiento de los bertsolaris en la década de los 80. Con los años y con el trasfondo del gran campeonato realizado en 2001, han aflorado también sus cualidades más sentimentales, descriptivas, en bertsos de larga métrica bien desarrollados, lo que sin perder la frescura de razonamientos inicial, la ha convertido en una bertsolari completa y en una dama que desde ayer luce, por méritos propios, la txapela.