Bilbao. Se trata de la primera obra de una colección de novela negra que publica la editorial Erein bajo el título Cosecha roja. "Un auténtico honor para mí".
¿Qué es "Shahmarán"?
Es un ser mitológico, de los más conocidos en la zona del Asia central, sobre todo para el pueblo kurdo, ya que incluso las mujeres kurdas suelen tener en sus habitaciones cuadros o bordados de Shahmarán. Físicamente es una mezcla de reptil medio serpiente medio mujer de dos cabezas. Como símbolo representa la fertilidad, la sabiduría, puede dar la vida o la muerte a quien bebe los líquidos que de ella emanan. Me pareció interesante darle ese toque de leyenda. Además, suena muy musical.
¿Por qué situar la acción en Estambul y en Munich?
Estambul la conocía muy bien, había estado ya muchas veces, y Munich también. Para eso soy bastante maniático. Cuando sitúo una novela en una ciudad me gusta conocerla muy bien y creo que eso además lo nota el lector. Si no, corres el peligro de meter la pata o de que la historia no resulte creíble.
¿Por qué ha elegido a una familia kurda como protagonista?
Todos sabemos cuál es la situación de los kurdos. Les dan palos ahí donde estén, pero tampoco quería denunciar nada. Es una novela negra y me daba juego. Inevitablemente tenía que salir a flote la situación de esta familia, su origen, su tierra. Me gustaba la contraposición entre la madre, que mantiene el orgullo de pertenecer a un pueblo, y los hijos, que tienen una visión más pragmática, la de sobrevivir como sea.
¿Cómo introducirse en su imaginario?
Ha sido difícil, porque tienen una amplia tradición oral pero no hay casi nada escrito sobre leyendas kurdas. Hace poco una cuentacuentos norteamericana ha sacado un libro de relatos kurdos bastante completo, y mi relación con alguno de ellos a través de Internet me ha ayudado bastante.
En la novela deja muy patente la existencia de xenofobia en las sociedades occidentales...
En Alemania existe mucho de eso, porque muchos trabajadores kurdos fueron invitados, ya que hacía falta mano de obra para levantar el país. Sin embargo, cuando las cosas empezaron a ir mejor, los trabajadores, lejos de marcharse, se quedaron y tuvieron hijos. Eso ha creado un cierto ambiente de xenofobia que se acrecienta con la crisis, y que no es tan extraño en nuestras calles. Las frases que aparecen las he oído aquí muchas veces, como las de quienes afirman que los inmigrantes vienen a quitarnos el trabajo o a vivir de las ayudas sociales.
¿Por qué escribir una novela negra y no una crónica de viajes como ha hecho en otras ocasiones?
Según cómo transcurran los viajes y la intensidad con la que los viva el cuerpo me pide una cosa u otra. Del Kurdistán tengo muchos recuerdos, como aquella vez que la embajada iraní no me quería dar el visado de entrada al país y un mafiosillo kurdo me ayudó a hacerlo de extranjis, o el paisaje alrededor del monte Ararat, un lugar mágico en el que dicen que tocó tierra el Arca de Noé después del diluvio universal. De Estambul también he cogido detalles, como el del hombre que vende sanguijuelas para hacer sangrías y sanar. Siempre que viajo, voy con un cuaderno.
Las escenas de los asesinatos son bastante desgarradoras, ¿cómo se planteó su escritura?
Simplemente se me ocurrió. Me gustaba la idea de que el asesino sintiera placer al matar a sus víctimas, incluso placer físico. También era importante que los personajes fuera creíbles. Que el asesino pudiera ser cariñoso y cruel al mismo tiempo, que Estambul me permitiera ofrecer ese choque de culturas diferentes, expresar que hay muchos orientes y muchos occidentes. También quería que los kurdos parecieran personajes reales, no como los vascos en algunos westerns, en los que aparecen bailando flamenco.
¿Qué le ha enseñado el pueblo kurdo?
Tiene mucha capacidad de sufrimiento y de supervivencia. Ves lo que les han hecho y te quedas pasmado. En Turquía ni siquiera puede utilizarse el término kurdo, tienes que decir que son turcos de la montaña. Son gente muy sufrida. Algunos luchan por la liberación y otros bastante tienen con sobrevivir. Siempre pienso en que si uno de ellos lee mi novela tiene que creérsela, sentir que he sido fiel a su realidad.
En esta ocasión, ha decidido publicar el libro directamente en castellano y en euskera...
Siempre he traducido los libros tiempo después y cuando lo haces parece como si no estuvieran de actualidad. Escribiendo en euskera me siento a gusto, la primera traducción que intenté me salió fatal, así que he decidido dejárselo a profesionales. Cristina Fernández es la traductora y la ilustradora. Le he dado mucha libertad y ella se ha recreado en algunas escenas. Me gusta mucho el trabajado que ha hecho.
La Azoka de Durango está a la vuelta de la esquina, ¿podrán verle sus lectores presentando el libro?
Por supuesto que iré. Durango está muy bien, aunque es como un espejismo. Te recibe muy bien la gente, se venden muchos libros, y luego te puedes creer que eso es así durante todo el año. Sin embargo, el día a día en la vida del escritor es bastante duro. Fuera de los días especiales y las ferias dejas de existir, así que tampoco hay que engañarse.
También es un lugar de encuentro para los escritores...
Sí, aunque entre los escritores, sean de donde sean, hay mucha camarilla. Somos muy egocéntricos, vanidosos, nos gusta que nos halaguen... Si yo vendo poco y el otro mucho es porque hago literatura buena y elitista. Por supuesto, hay gente majísima. No me gusta el ambiente de tertulia literaria. Lo que me gusta de verdad es el contacto directo con el lector.
¿Por eso lo pide directamente en la contraportada de la novela?
Me encanta el feedback que puede llegar a crearse con ellos. Me interesa saber su opinión, qué piensan, y eso lo utilizo siempre en libros futuros, aunque si tengo que ser realista, casi siempre escribe el que ha quedado contento.