ste año el 8 de marzo será diferente. La guerra iniciada por Vladimir Putin contra Ucrania nos obliga a poner otros acentos en un Día Internacional de la Mujer que llega, una vez más, con una alfombra teñida de rojo por las malas noticias en la vulneración de nuestros derechos. Aunque, haya habido también alguna buena.

Para lo negativo sirvan, a modo de ejemplo, sólo tres apuntes de las últimas semanas: el terrorífico relato que hemos conocido en el juicio del depredador sexual que ha campado durante siete años, ¡siete años!, a sus anchas por Gipuzkoa; la violación grupal en Barakaldo; y el juicio del doble feminicidio en Vitoria. Eso aquí. En Ucrania, miles de mujeres llevan a sus hijos e hijas hasta la frontera huyendo de la guerra. Otras, sin recursos, han decidido quedarse en sus hogares, conscientes del futuro que les depara su situación.

En el reverso de la moneda, el Parlamento vasco ha aprobado, con el apoyo de PNV, PSE y Elkarrekin Podemos, la modificación de la Ley para la Igualdad de Mujeres y Hombres. Entre otras muchas cuestiones, habrá una nueva ayuda para hijas e hijos huérfanos. Un paso vital, dado sin el apoyo de EH Bildu, PP-Ciudadanos ni Vox.

Pasos en Euskadi, que van hacia atrás en Ucrania. Aquí no hay reverso de la moneda. Su población femenina es consciente más que nunca de su debilidad ante unos acontecimientos de los que sólo pueden ser meras observadoras.

Ver cómo atacan tu país sentada en una silla a la puerta de tu casa se antoja una fotografía indigerible cuando menos. De ahí que se convierta en artificial la reflexión sobre si ser antibelicista es consecuente con el envío de armamento a Ucrania. No se pueden parar tanques con piedras, lo mismo que no se puede parar la violencia de género sólo mirando. Lo primero está pasando en Ucrania. Para lo segundo, afortunadamente y a pesar del incesante goteo, vamos dando pasos para erradicarlo. Mi recuerdo final para las mujeres en Afganistán, abandonadas a su suerte hace medio año, y a otras tantas del resto del mundo. Ellas, todas, también deben ser protagonistas del 8-M. No las olvidemos.