uropa se vuelve a convertir trágicamente en el escenario de un conflicto bélico. Los europeos hemos sido los causantes de más víctimas por guerras en la historia de la Humanidad. Tras la pesadilla vivida por la II Guerra Mundial, el proyecto de construcción común europea nos hizo pensar que el sueño de una Europa en paz podía ser algo posible. Los Balcanes, sin embargo, nos recordaron en la última década del siglo pasado, que en las fronteras de la UE se reproducía la barbarie una vez más. Ahora, tiene lugar la agresión unilateral de Ucrania por parte de Rusia en los límites del Este de los 27. Al final, como siempre, la consecuencia del fracaso de la geopolítica actual no es otra que el dolor y el sufrimiento de los seres humanos y, cómo no, especialmente de los más débiles. Pero con la crisis de Ucrania, ha llegado la hora crítica para la Unión Europea. La oportunidad de madurar como organización y como entidad en el mundo. De su respuesta va a depender, con total seguridad, el futuro de Europa.

La primera prueba de fuego, a medida que la escalada de violencia se produzca, será la capacidad de la UE para mantener la unidad interna y establecer de forma coordinada una respuesta única a cada situación provocada. Los intereses diversos de los Estados miembro siempre han prevalecido en crisis similares en el mundo, pero el hecho de producirse en nuestro propio continente, a escasos 800 kilómetros de nuestras capitales, obliga a actuar unidos o a disolver el proyecto europeo. Ello va a depender en gran medida del comportamiento de las distintas opiniones públicas en los principales países europeos y la lógica presión que los Estados del Este y los Bálticos, los más amenazados, ejerzan para su defensa. Este es el primer gran conflicto del siglo XXI y en la era digital, donde ya no solo juegan los medios de comunicación tradicionales, las redes sociales y la batalla de la desinformación van a jugar un papel de gran relevancia.

En el actual escenario del conflicto, es evidente que la UE no se plantea otra actuación que no sean las sanciones económicas a Rusia. Una herramienta que viene siendo utilizada sin éxito desde la invasión de Crimea en 2014 y una respuesta que Putin tiene más que descontada y que pese a que supondrá un alto sacrificio para la población rusa, a su mandatario poco le importa en su juego de tronos por la recuperación de los territorios perdidos tras la caída de la Unión Soviética. Desde Rusia, además, pueden amenazar con el corte o encarecimiento del gas y de materias primas y productos básicos para la industria y el consumo de los europeos, como es el caso del aluminio. Así las cosas, en la guerra económica todos perdemos, en un mundo globalizado que además trata de recuperarse de una pandemia que ha paralizado gravemente el comercio en los dos últimos años.

Hacerse mayor o madurar comporta la asunción de responsabilidades de forma independiente en la vida. Esa es la cuestión a la que se enfrenta la Unión Europea. Dejar de mirar a otro lado cuando las cosas se ponen feas y ser protagonista activo de las decisiones mundiales, supone correr el riesgo de sufrir por ello. Que la OTAN es una organización obsoleta y que ya no sirve para garantizar la seguridad del continente nos lo dejó muy claro en su mandato el anterior presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Depender del papel de gendarme mundial de Washington representa hoy ya una posición inconsciente por parte de la UE. Estamos solos ante el peligro de las agresiones múltiples a las que Europa va a ser sometida en esta nueva situación geopolítica que vive el Planeta. Son muchos los adversarios dispuestos a atacarnos económica, informativa e incluso militarmente, como venimos observando. Toca armarnos en torno a la defensa de los derechos fundamentales y la democracia con suficiente capacidad disuasoria. El presidente ruso, con su infame invasión, lo único que ha hecho es ponernos a Europa ante el espejo de nuestras vergüenzas.