Me paro en seco frente al escaparate de un comercio de Portugalete. Sobre unas hoja con membrete del Gobierno Vasco con recomendaciones sanitarias por el coronavirus, media docena de botes de 500 mililítros de gel hidroalcohólico para lavado de manos y un folio con su precio: 16,95 euros. Exactamente el mismo producto -Soft Care, de la marca Lea- cuesta habitualmente 2,95 euros. Es decir, por cada unidad hay un beneficio añadido de 14 pavos. Un sablazo sin matices, sin duda, al tiempo que el autorretrato moral de los propietarios del local. Desconozco la cantidad de bálsamos milagrosos que atesoran en su stock, pero aunque fueran cien y vendieran todos, el beneficio sería de 1.400 euros. Por muy jugoso que resulte, no da para montar una cadena de establecimientos, comprarse un Lexus ni echar quince días rumbosos en las Seychelles.

¿De verdad merece la pena labrarse una imagen de tiburones codiciosos a cambio de un simple pellizo? A juzgar por lo que vamos viendo, sí. Lo que les acabo de contar no es una excepción. Cuando lo difundí ayer en redes sociales, no tardaron en llegarme reportes de comportamientos muy similares y no necesariamente achacables solo a comerciantes ligeros de principios. Como me anotó alguien, por mucho que nos escandalice, se está aplicando a pleno pulmón la ley de la oferta y la demanda. Y como quiera que en el caso que nos ocupa, el de unos tristes combinados de agua y alcohol, ni siquiera podemos hablar de un producto de primera necesidad, una buena parte de la culpa reside en quienes están dispuestos a apoquinar un dineral por algo que no les librará del bicho. Allá ellos, pues.