El remozado proyecto del Baskonia para la temporada 2021-22 vivió este domingo su primer y feo borrón en Badalona. La pérdida de la imbatibilidad liguera en vísperas del bautismo continental en El Pireo dejó un amargo sabor de boca básicamente por el cómo. Hay formas y formas de hincar la rodilla y un famélico conjunto vitoriano escogió seguramente una de las menos recomendables poniendo de manifiesto que su laborioso proceso de ensamblaje transcurre más lento de lo previsto.

Ivanovic reclamó en su día tiempo para acoplar a los numerosas piezas nuevas y, por lo visto hasta ahora, habrá que armarse de paciencia para atisbar un Baskonia reconocible que haga de sus buenos mimbres un colectivo solvente. Las ilusionantes caras nuevas aún no han hecho acto de presencia con la solvencia esperada y la pegada desde la larga distancia se resiente con los francotiradores Peters y Giedraitis anclados a la enfermería. Por si ello fuera poco, emergió en la acera de enfrente un belicoso Joventut que tuvo en un veterano del Vietnam como Tomic al faro que tejió una dictadura incuestionable gracias a sus bailes de danzarín en el poste bajo o su inacabable repertorio de pases de fantasía. El croata con alma de base se disfrazó de verdugo en una tarde-noche de pura impotencia y de raquíticos guarismos anotadores.

Se le multiplicaron los problemas a Ivanovic antes del salto inicial con la baja de última hora de Giedraitis, ausente en el Olímpico de Badalona por culpa de un esguince de tobillo, pero el delicado parte de guerra no puede justificar por sí sola la melancólica actuación alavesa. En parte porque Durán también tuvo su cuota de preocupaciones en la parcela física con Brandon Paul y Ferrán Bassas fuera de combate.

El técnico montenegrino apenas dispuso de nueve jugadores del primer equipo más el canterano Cissoko para plantar cara a un histórico de la ACB. Un número más que suficiente para haber ofrecido otra cara más guerrera. Entre lesiones y raquíticos estado de forma -Baldwin y Fontecchio, los dos grandes fichajes del verano, volvieron a dejar malas sensaciones con un preocupante lenguaje corporal-, la visita a tierras catalanas se convirtió en un mal trago. El ex del Bayern, que tan solo engordó su estadística en los minutos de la basura, fue incapaz de dirigir la orquesta con un mínimo de cordura mientras que la desconfianza del italiano se palpó, por ejemplo, con dos estrepitosos triples estrellados bruscamente contra el tablero.

El Baskonia fue un constante quiero y no puedo desde el arranque. También le abandonó la fe para, al menos, ensuciar el partido y evitar que el Joventut campara a sus anchas. Tras resistir a duras penas las embestidas de la Penya en el primer cuarto, a partir de ese instante se mostró inoperante para encontrar alguna rendija que descifrara la pegajosa defensa verdinegra. Sobró el manoseo de balón, la añoranza de la imprescindible circulación de balón fue in crescendo a medida que transcurrían los minutos y, en definitiva, el caos se apoderó de la ofensiva.

Los hombres altos de Durán causaron estragos en la defensa azulgrana. Brodziansky, Willis y Tomic, que pese al paso de los años conserva intacta su calidad, desarbolaron por completo al trío Nnoko-Costello-Enoch. Sin embargo, los problemas del Baskonia resultaron más graves si cabe en el ataque posicional, donde las ideas brillaron por su ausencia. Cada canasta se convirtió en una odisea entre un bosque de brazos y piernas que nublaron la vista a los estiletes de Ivanovic.

El Joventut manejó el tempo del partido a su antojo y desactivó a los principales estiletes azulgranas. La parálisis ofensiva resultó especialmente sangrante en un aterrador segundo cuarto, intervalo en el que el Baskonia sobrevivió con un triple de Baldwin y una canasta de Nnoko. Diez minutos para el cajón de la basura en medio del encefalograma plano y la espesura más absoluta que no pudieron ser remediados tras el descanso. Lejos de esgrimir alguna duda en el equipaje, el Joventut adquirió rentas cada vez más holgadas que agudizaron el estado de depresión. El tramo final únicamente sirvió para el maquillaje numérico de Baldwin, que trató de sacar las castañas del fuego cuando ya era muy tarde.