Cuando mañana sábado el Baskonia pise la pista de La Fuente de San Luis se reencontrará con el protagonista de la que sin duda es una de las imágenes más icónicas y gloriosas del club de Zurbano. La de Fernando San Emeterio pidiendo calma antes de anotar el tiro libre adicional ante el Barcelona que supuso la conquista, en 2010, de la penúltima liga del conjunto vitoriano. Sin embargo, el cántabro no será en esta ocasión la peligrosa amenaza en que se había convertido desde su salida del Buesa Arena. De hecho, si los pupilos de Dusko Ivanovic le buscan para defenderlo no lo encontrarán.

Tendrán que desviar un poco su mirada para dar con él. En concreto hacia el lateral del parqué. Porque será ahí, sentado en el banquillo junto a Joan Peñarroya donde estará El Santo. Tendrán que acostumbrarse igualmente -seguramente él mismo también- a su nuevo uniforme. Porque el exjugador del Baskonia ha dejado definitivamente atrás la camiseta y las zapatillas para anudarse la corbata y lucir zapatas brillantes.

El código de vestuario propio, evidentemente, de los entrenadores. La función que ahora mismo desempeña el cántabro después de poner punto final a su dilatada etapa como jugador a la conclusión del pasado ejercicio. De ser uno más a las órdenes de Joan Ponsarnau ha pasado a convertirse en el ayudante de Peñarroya en el renovado Valencia al que mañana visita el Baskonia. Un cambio que ha causado cierta sorpresa.

“La verdad es que no tenía pensado retirarme pero el club me lo ofreció y enseguida me pareció una buena idea”, confesaba momentos antes de estrenarse en el banquillo en la reciente Supercopa. Por delante tiene el reto de demostrar con la pizarra la misma maestría que ha exhibido con el balón en las manos durante muchos años.

“Estoy empezando en esto y tengo muchas cosas que aprender”, confesaba antes de estrenarse en la reciente Supercopa