Todos los veranos son especialmente agitados en los despachos del Buesa Arena. La reconstrucción estival del Baskonia siempre se convierte en un campo de minas que obliga a hilar muy fino. Dado que la apertura de fronteras está vetada en las competiciones domésticas -no así en la Euroliga, donde no hay discriminación en cuanto a nacionalidades-, siempre emerge un doloroso quebradero de cabeza a la hora de confeccionar la plantilla. Son los bautizados como cupos, un prototipo de jugador cada vez más complicado de encontrar en un mercado muy inflacionado y en muchos casos de dudosa calidad.

Este verano no será una excepción porque todavía resta por incorporarse un cuarto jugador de formación que acompañe a los canteranos Tadas Sedekerskis, Arturs Kurucs y Sander Raieste. Tras la fallida tentativa por Xabi López-Arostegui -que recalará en el Valencia Basket tras recibir una oferta más suculenta- y la reciente desvinculación de Ilimane Diop, existe un vacío que debe ser rellenado de alguna manera. Bien con otro jugador formado en la casa, bien con algún fichaje de cierto postín que, por otro lado, ayude a Dusko Ivanovic a disponer de una mayor amalgama de recursos de cara al próximo ejercicio.

La opción más sencilla -y también económica- para cubrir el vacío dejado por el senegalés radica en apostar por Jurij Macura, un joven interior que se ha fogueado durante estos últimos años lejos de Vitoria. Sin embargo, el esloveno de 21 años parece todavía muy verde para disponer de minutos a partir de la temporada venidera y la feroz competencia con interiores del calibre de Tonye Jekiri o Youssoupha Fall podría anclarle al banquillo y hacerle pasar varios meses casi en la clandestinidad en los que apenas podría progresar.

Tal y como confirmó Félix Fernández, Macura trabajará este verano en el Buesa Arena bajo la supervisión de los técnicos azulgranas a la espera de novedades en este sentido. El Baskonia también podría quitarse este problema de encima haciendo ficha del primer equipo a otra de sus muchas promesas de sus categorías inferiores. Por último, emerge la alternativa de acudir a un mercado nacional en el que los precios están disparados y la valía de las opciones encima de la mesa es muy discutible para que el equipo siga compitiendo al más alto nivel, sobre todo en la Euroliga.

Durante el pasado ha habido apuestas de todo tipo con el fin de completar los cupos. Simples jugadores de relleno para ayudar en los entrenamientos pero sin minutos en los partidos -los casos más significativos fueron Jordi Grimau, Jesús Cilla, Lucho Fernández, Ariel Eslava, Ander García, Mamadou Diop, Unai Calbarro o Iván Martínez-, otros con un rendimiento decepcionante (Leo Mainoldi, David Jelinek, Rafa Luz, Carlos Cabezas, el propio Corbacho o Sergi García) y, por último, piezas de indudable jerarquía por las que sí se invirtió mucho dinero con fichas altísimas (Pau Ribas, Brad Oleson, Maciej Lampe, Fernando San Emeterio, Jason Granger y Tornike Shengelia).

Desde que jugadores en su día con la vitola de cupos como Pablo Prigioni, Luis Scola o Tiago Splitter perdieron sus derechos con la marcha a la NBA, el problema con los cupos se agudizó en las oficinas de Zurbano. Y eso que en España, a diferencia de otros países con una legislación más estricta, la norma se suaviza al permitirse que cualquier joven comunitario o asimilado formado entre los 14 y los 20 años en un equipo durante un mínimo de tres temporadas pueda ser inscrito en la ACB como jugador de formación.

Aquel cambio en el acuerdo suscrito entre la patronal y la ABP justifica hoy en día la inclusión de canteranos entre los jugadores de formación. Con su política de captación de talento a edades muy tempranas, el Baskonia persigue precisamente ahorrarse tantos dolores de cabeza en la confección de sus plantillas.

Si la dirección deportiva azulgrana malvive en esta materia, mucho más partido suelen sacarle a los cupos tanto el Real Madrid como el Barcelona. Ambos transatlánticos comen aparte y son los únicos capaces de reclutar a las estrellas españoles que emprenden el camino de vuelta desde la NBA. El Valencia Basket y el Unicaja, por contra, sí acogen entre sus filas todas las campañas a un buen puñado de nacionales que disponen de un rol importante dentro del equipo.

En el caso del Baskonia, la ausencia de gangas y, sobre todo, los elevados precios establecidos por los agentes, conscientes de que en esta partida de póquer tienen a la larga todas las de ganar, han empujado desde tiempos inmemoriales a Josean Querejeta a moverse en una dirección contraria. Las consecuencias siempre suelen ser negativas, sobre todo un fondo de armario a todas luces escaso para afrontar dos competiciones como la ACB y la Euroliga.

Cabe recordar que, descontando a Quino Colom en la recta final de la pasada campaña, el último fichaje de un español de cierto postín data del verano de 2015 cuando el triplista Alberto Corbacho recaló en Vitoria procedente del Obradoiro. Apenas duraría un año ya que apenas dispuso de protagonismo a las órdenes de Velimir Perasovic en la campaña donde se alcanzó por última vez la Final a Cuatro de Berlín.

Jugadores de relleno. En la década entre el 2000 y 2010, el Baskonia siempre solía recurrir a desconocidos que tan solo ayudaban en los entrenamientos y rara vez jugaban en los encuentros -Jesús Cilla, Unai Calbarro, Lucho Fernández, Ariel Eslava, Ander García, Jordi Grimau e Iván Martínez son algunos ejemplos- para completar el cuarteto de jugadores de formación.

De escaso rendimiento. El club también ha recurrido a cupos de un segundo nivel que pasaron desapercibidos como Jelinek, Mainoldi, Rafa Luz, Cabezas o Corbacho. Ninguno de ellos aguantó más de una temporada en Vitoria.

Apuestas muy caras. Dentro de este grupo cabe ubicar a piezas de mayor jerarquía como Pau Ribas, Brad Oleson, Maciej Lampe, Fernando San Emeterio, Jason Granger y Tornike Shengelia. Todos ellos figuraron entre los mejores remunerados de la plantilla azulgrana.

La inclusión de canteranos sin una dilatada experiencia provoca que el equipo no goce a la larga de un amplio fondo de armario

El club se resiste a entrar en un mercado inflacionado y sin grandes gangas; desde 2015 no apuesta fuerte por ningún nacional (Corbacho)