Fue un plácido derbi para el Baskonia y, al mismo tiempo, agridulce. La felicidad por el triunfo azulgrana, hasta cierto punto lógico teniendo en cuenta el antagónico estado físico y mental de ambos vecinos en la presente campaña, no pudo ser completa por la preocupante lesión de Tonye Jekiri. Mientras se gestaba la clara superioridad en Miribilla y en una jugada sin aparente peligrosidad en las postrimerías del segundo cuarto, la rodilla derecha del fornido nigeriano quedó seriamente lastimada. En su intento de anotar una canasta tras un rebote ofensivo, todo el peso de Kulboka cayó bruscamente sobre ella.

Al pívot de mayor confianza de Ivanovic se le tuvo que aplicar hielo y un fuerte vendaje para amortiguar el dolor, pero ya no pudo regresar a la pista con la articulación completamente inmovilizada tras el descanso. Toca cruzar los dedos a la espera del resultado de unas pruebas médicas que determinarán el tiempo de baja para uno de los jugadores con mayor peso específico en los esquemas del entrenador montenegrino. En cualquier caso, el miedo a una lesión de cierta gravedad ya es latente.

Con y sin Jekiri, cuyas espaldas están bien cubiertas casi en la única demarcación de la plantilla sobrada de efectivos, el derbi no tuvo más historia que la incontestable superioridad de un Baskonia en otra dimensión respeto a un anfitrión muy pobre en todas las facetas. A la postre, demasiados desequilibrios entre dos conjuntos como el día y la noche, separados por un abismo en cuanto a talento, ritmo y fortaleza física.

Pese a que todas sus miradas están puestas en la Euroliga, el conjunto vitoriano volvió a hacer un encomiable ejercicio de abstracción para empequeñecer al Bilbao Basket. Una muestra más del carácter insaciable de un entrenador con una ambición voraz, que pudo conceder descansos a sus piezas más desgastadas en la recta final y terminó apostando por Polonara como improvisado cinco.

El partido tuvo un mínimo halo de vida hasta la mitad del tercer cuarto, momento en que el favorito metió una marcha más y dio una vuelta de tuerca a su intensidad. Se pasó del 46-50 al 57-80 en un abrir y cerrar de ojos sin que la integridad alavesa se viera comprometida. Un inmenso Dragic se convirtió en el faro que sostuvo el engranaje baskonista en una primera mitad rebosante de acierto (21 puntos), pero Ivanovic encontró en ese instante otros desatascadores que contribuyeron al monólogo. En cuanto el Bilbao Basket se quedó sin pólvora exterior y Balvin fue engullido bajo los aros, el TD Systems lo tuvo mucho más fácil para vivir un epílogo carente de nervios.

El manotazo en la mesa en el tercer cuarto reventó el encuentro que refrendó el colmillo afilado de la tropa vitoriana. El mal balance defensivo del Bilbao Basket se tradujo en un incesante carrusel de canastas fáciles y las ventajas fueron creciendo a un ritmo vertiginoso. Justo en el momento que el rigor azulgrana parecía desvanecerse tras el intermedio y Rousselle prendía la chispa de la rebeldía en las filas locales, llegó el break definitivo que desnudó la fragilidad mental de los hombres de negro.

La nueva alegría en el frente doméstico se vio endulzada por el soberbio repertorio ofensivo de Dragic, disfrazado por fin de killer en Miribilla y al que esta vez se le cayeron los puntos de los bolsillos. El esloveno, anclado siempre como el clásico perro de presa que apenas intimida en la ofensiva, engordó su autoestima con una pegada devastadora ante el aro vizcaíno. Con su puntería exterior, su verticalidad en las entradas y su determinación en los cortes hacia canasta, tiró del carro para que el Baskonia impusiera su jerarquía con cierta suficiencia.

Quedaron claras entonces las ostensibles diferencias entre un aspirante a cuartofinalista de la Euroliga y un vecino bilbaino envuelto este curso en peligrosas turbulencias. La animosidad de los hombres de Mumbrú en los primeros compases se evaporó rápidamente en cuanto el Baskonia ajustó su defensa. El Bilbao Basket enarboló la bandera blanca de la rendición sin oponer la más mínima resistencia y los últimos minutos literalmente sobraron mientras se producía un maquillaje irreal en el marcador.