Ya ocurrió la pasada temporada cuando Micheal Eric ocupaba su taquilla el vestuario del Buesa Arena y los acontecimientos discurren ahora por los mismos derroteros. La segunda apuesta consecutiva por tres cincos de un perfil similar (Tonye Jekiri, Youssoupha Fall e Ilimane Diop) está dejando luces y sombras a partes iguales para un Baskonia que viene de ser corneado en la ACB por el Real Madrid de un imperial Walter Tavares.

Por un lado, es positivo que Dusko Ivanovic tenga tanto donde elegir en una campaña tan cargada de partidos y en la que las lesiones están respetando sobremanera al grupo. Sin embargo, por otro queda demostrado que la convivencia entre tres jugadores para una única demarcación -más si ninguno de ellos ofrece un perfil más polivalente y es capaz de ejercer la función de cuatro- dificulta al máximo la ingrata tarea del entrenador a la hora de que todos se sientan partícipes.

La encarnizada lucha entre las tres torres por hacerse con el rol de pívot más influyente del TD Systems ha dejado este curso como principal damnificado a Ilimane. Sus minutos están llegando con cuentagotas -10 en la ACB y 6 en la Euroliga de promedios- y casi siempre en situaciones de extrema necesidad. Ya sea para proteger de faltas a Jekiri y Fall o dar una vuelta de tuerca a la intensidad a un partido que se ha puesto cuesta arriba, la estampa de Diop en el fondo del banquillo se ha vuelto de lo más habitual estos meses.

El senegalés, con una butaca fija en los proyectos baskonistas desde la campaña 2013-14 y con 188 partidos a sus espaldas en la Euroliga -algo de lo que no todos pueden presumir-, casi siempre suele hacer acto de presencia por deméritos de sus dos compañeros de puesto y eso no es un plato de buen gusto para nadie.

Sin embargo, Diop demostró ante el Real Madrid que no quiere arrojar la toalla y se resiste a ser un convidado de piedra en la temporada más difícil que se le recuerda en el plano personal. Con su último ramalazo de orgullo, el canterano azulgrana quiso dejar claro que sigue vivo y no desea vivir permanentemente a la sombra de Jekiri y Fall, dos interiores que ocupan un lugar más alto en la jerarquía establecida por Ivanovic durante los últimos tiempos.

En un encuentro torcido desde el arranque donde no hubo que celebrar grandes destellos a nivel individual, Diop fue de lo poco salvable en las filas alavesas. Se convirtió de largo en el pívot que más aprietos puso a Tavares y mejor interpretó a nivel táctico las necesidades de un Baskonia sobrepasado en todas las facetas por el líder de la ACB.

Ante el enésimo muro levantado por el caboverdiano cerca del aro, Ilimane trató de buscarle las cosquillas de la forma más inteligente posible. Su intención de abrirse al exterior para sacarle de esa zona de confort en la que se siente tan dominador y todavía no ha nacido el jugador capaz de anotarle una canasta, quedó patente desde el primer instante. Además, el pívot del Baskonia hizo diana en los dos triples que ejecutó en su estéril intento de capitanear la remontada azulgrana.

Su cuarta falta al comienzo del último cuarto, al filo de la antideportiva tras cortar un contragolpe del Real Madrid y que le envió al banquillo cuando el marcador reflejaba un apretado 62-69, coincidió con el desplome definitivo del anfitrión vitoriano. El cuadro de Pablo Laso se disparó entonces hasta un definitivo 62-85 que dejó visto para sentencia el choque.

Está por ver si esta reivindicación le permite a partir de ahora a Diop entrar con más asiduidad en la rotación interior o, por el contrario, se mantiene en el más absoluto de los ostracismos. Ante un Zenit rebosante de músculo, kilos y centímetros bajo los tableros (Black, Gudaitis, Poythress, Thomas...), da la impresión de que Ivanovic necesitará este jueves a todos sus hombres altos en San Petersburgo, donde se libra una batalla decisiva en pos del Top 8.