Hacía mucho que no se veía un Baskonia así. Sin alma, sin corazón y, desde luego, sin juego. Ni siquiera en la dolorosa derrota sufrida en Belgrado ante el Estrella Roja (90-73) dio tanta sensación de inferioridad el conjunto baskonista.

Hacía bastante que el Baskonia no encajaba 92 puntos (ante el Real Madrid en Liga el 2 de diciembre). Y ya ni se recordaba ver a tantos jugadores a la vez deambulando sin pena ni gloria por una cancha.

Ivanovic se volvió loco buscando un quinteto con el que replicar al Zalgiris. Lo probó todo y todo le salió mal. Con Fall, con Jekiri, con dos cuatros, incluso con uno... hasta Diop tuvo la oportunidad de reivindicarse después de varios partidos sin rascar bola.

Con Henry, con Vildoza, con Kurucs, con Henry y Vildoza, con Vildoza y Kurucs... Nada de nada.

Apelando a la fogosidad defensiva de Sedekerskis, a la presunta infalibilidad de Giedraitis, a la versatilidad de Peters... Tampoco.

Bajón colectivo y también muchos baches, socavones, individuales. Dio la impresión de que Henry ha petado -anotó su primera canasta en el tercer cuarto-, que Giedraitis es apenas una sombra de sí mismo, que los jóvenes se limitan a doblarla, que Vildoza progresa aunque todavía no sea el de antes y que Fall es cada vez más buscado y reconocido por sus compañeros. Muchas cosas negativas y muy pocas positivas. El cóctel resultante se lo bebió el Zalgiris con una enorme sonrisa en los labios.

El festival de triples de los lituanos fue antológico. 18 aciertos -récord en lo que va de la actual Euroliga- de 26 lanzamientos. Un 69% de acierto escandaloso, fruto de una gran circulación del balón, es cierto, pero también de una defensa blanda y descompuesta que corría detrás del balón sin llegar a tocarlo, como los jugadores de los equipos pequeños de fútbol cuando se enfrentan a los grandes.

La derrota vitoriana se fraguó enseguida. El baskonia apenas pudo competir durante un cuarto, el primero. Pero ese abultado 25-22 imperante en el primer mini descanso ya presagiaba que el Zalgiris estaba llevando el partido a su terreno.

La diferencia fue ensanchándose sin remedio en el segundo parcial y se desbocó definitivamente en el tercero. La vuelta de los vestuarios resultó fatal para un Baskonia absolutamente desdibujado.

Un juguete roto en las talentosas y traviesas manos lituanas. Hasta dio la impresión de que evitaron ensañarse con el depauperado rival que tenían enfrente.

Triple a triple, el Zalgiris alcanzó los 27 puntos de diferencia (74-47) cuando restaban ocho minutos para el final. El joven y prometedor Jokubaitis fue el responsable de sellar la máxima ventaja de su equipo, por supuesto con otro triple.

El Baskonia jugaba entonces con Henry, Kurucs, Sekerskis, Giedraitis y Polonara, imagínense la desesperación de Ivanovic por buscar una fórmula que alterara el partido.

Y entonces, los pupilos de Martin Schiller levantaron un poco el pie del acelerador. Por fin pudo respirar un poco el Baskonia ante un rival que empezó a dosificar los minutos y cuyo único objetivo ya no era otro que alcanzar ese decimoctavo triple con el que pasar a la posteridad.

El partido languideció mientras algunos aprovechaban para maquillar sus estadísticas. Pero no hay engaño posible. Solo Fall se escapa al desastre generalizado. Y está mejorando, pero da lo que da.